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José García Domínguez

Mal empezamos

De esa lógica peregrina de Feijóo se infiere, entre otros daños colaterales contra el sentido común, que Rajoy tendría que haber presentado la dimisión irrevocable en caso de triunfo del Bipartito.

Lo acaba de decir ese insospechado discípulo tardío de Fernández de la Mora que ansía regentar Galicia dejando al margen las siglas del Partido Popular. Según Feijóo, su personal e intransferible victoria doméstica "cierra definitivamente el debate sobre el liderazgo de Mariano Rajoy". Ya puesto a despreciar la inteligencia del prójimo, podría haber añadido don Alberto que el apoteósico triunfo suyo en la provincia de Orense también clausura la polémica entre creacionistas y darwinistas, la secular disputa que enfrentara a los monetaristas de la Escuela de Chicago con los albaceas intelectuales de Lord Keynes, y la discusión entre Argentina y el Reino Unido a propósito de la soberanía sobre las Islas Malvinas, amén del dramático desencuentro civil entre Belén Esteban y el bullicioso clan de los Janeiro. ¿Por qué no? ¿O acaso la velocidad y el tocino no son hijos de la misma madre Naturaleza?

Y es que de esa lógica peregrina de Feijóo se infiere, entre otros daños colaterales contra el sentido común, que Rajoy tendría que haber presentado la dimisión irrevocable en caso de éxito del Bipartito. En fin, debe ser que las octogenarias enlutadas de la Galicia profunda cerraron tras de sí las cortinillas de las cabinas electorales absortas en la siguiente cavilación transversal:

Es cierto que mi nieto se queja del gallego ficticio y obsesivo que le administran a modo de perentorio plato único en el colegio. Como cierto es que el nepotismo, la incompetencia, el despilfarro, la ostentación hortera, el sectarismo y la corrupción apenas velada han marcado la torpe gestión de la Xunta. No obstante, lo único que habrá de determinar el destino final de mi sufragio será esa apasionante reyerta intestina que enfrenta a los de Gallardón, los de Rajoy, los del trajeado Camps et altri por el sillón del Gran Inquisidor en Génova 13. En consecuencia, y tras mucho meditarlo, voy a castigar severamente a Nacho González premiando con mi voto a ese propio de don Mariano, el tal Feijóo, rapaz del que nada sé y menos me importa.

Ahora sólo falta que ese pintoresco razonar tan suyo, a más a más, cumpla la propiedad conmutativa. Sería todo un espectáculo contemplar a Feijóo haciéndose el harakiri en Santiago trasperderleRajoy las Europeas.

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