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José García Domínguez

Por qué los separatistas no pueden moderarse

¿Por qué ahora o nunca? Por la demografía, esa gran fijación crónica y secreta del nacionalismo catalán

Tan distinto a su antecesor en todo lo demás, Pedro Sánchez comparte lo esencial de la cándida visión naif sobre el problema catalán que empujó a Zapatero a meterse de cabeza en el jardín de aquella muy innecesaria reforma del Estatut, origen último de cuanto pasaría después, golpe de octubre incluido. Como Zapatero, un profundo ignorante de la historia del catalanismo político, Sánchez también quiere creer que existen terceras vías para resolver la cuestión de modo definitivo, en su caso apelando a una muy equilibrada combinación de palo y zanahoria. Como el otro, se equivoca. Y mucho. Se equivoca no porque la actual dirección de Esquerra carezca de una voluntad sincera y genuina de moderar sus posiciones maximalistas con el acatamiento formal a la legalidad constitucional. Yo no sé si esa voluntad será sincera o no, pero la cuestión me parece irrelevante a efectos prácticos. Irrelevante, sí, porque los líderes en cada momento del independentismo catalán, aunque quisieran hacerlo, no podrán renunciar al irredentismo rupturista.

Y ello por una razón que en Madrid jamás se tiene en cuenta dado que aún no han reparado en ella, a saber: porque la independencia deberá ser ahora, un ahora que se puede demorar a lo sumo un par de lustros, o nunca. ¿Por qué ahora o nunca? Por la demografía, esa gran fijación crónica y secreta del nacionalismo catalán. La demografía les obsesiona desde hace un siglo y medio. Y con razón, por cierto. ¿O acaso alguien piensa que Cataluña seguiría formando parte de España a estas horas si no se hubieran producido las llegadas masivas de inmigrantes interiores en la década de los sesenta? Si alguien piensa eso, es que vive en la Luna. Migraciones internas masivas, las de los sesenta, que se volverán a producir, y casi calcadas a las de entonces, si bien sustituyendo a ingenieros de software por obreros no cualificados, dentro de poco. Ocurrirá en cuanto la población joven de los amplios territorios del centro y del noroeste de España, esos que hoy dependen en gran medida de las pensiones de los mayores para subsistir, se vea forzada a desplazarse a los entornos de Madrid y de Barcelona. Ese millón y pico de nuevas gargantas castellanohablantes serían su fín. Y los separatistas lo saben. Es Sánchez quien lo ignora.

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