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José García Domínguez

Por qué no ha desaparecido aún el catalán

Si no murió por abandono de los propios catalanes fue solo gracias a la inmigración 'castellana'.

Si no murió por abandono de los propios catalanes fue solo gracias a la inmigración 'castellana'.
Manifestación contra el fallo del TSJC en favor de la enseñanza en castellano en los centros educativos de Cataluña. | Europa Press

Fue en Madrid, hace unos años, cenando con un famoso artista vasco. Como la conversación iba de nacionalismos, yo le pregunté en algún momento si su hija, una universitaria veinteañera que había recibido toda su instrucción primaria y secundaria en una ikastola, sentía como idioma propio el euskera; y él, sin inmutarse, me respondió: "No se lo he oído hablar nunca, no creo". Estos días, los catalanistas, que andan muy abatidos con el asunto de la sentencia del castellano, están sacando a relucir en los periódicos locales una encuesta del Gobierno vasco donde se celebra el crecimiento del conocimiento de la lengua vernácula entre los jóvenes.

Consternados, comparan el declive del uso social el catalán entre ese mismo grupo de edad, el de los jóvenes, con lo que, al menos en la apariencia demoscópica oficial, estaría sucediendo en el País Vasco. Y su melancolía da paso por instantes a la depresión. Por lo demás, es posible que algo de verdad haya en esa percepción, la de que lo suyo, pese a la inmersión obligatoria, baja; y lo de los otros, pese a su relativa libertad de elección, sube. Pero si el uso social del catalán retrocede no es porque los talibanes de la Generalitat hayan resultado demasiado blandos en la imposición del monolingüismo. A fanáticos y a cafres, es sabido, no les gana nadie.

Si el catalán retrocede es por la inmigración extranjera, que en Cataluña resulta ser masiva y, en cambio, en el País Vasco no. ¿La causa? Muy simple: su economía demanda ingenieros industriales y la catalana, por su parte, operarios para trabajar en la industria cárnica. Por eso, no por la política lingüística, el catalán recula. No obstante, la inmigración es lo que garantiza su supervivencia histórica. Ocurre que el catalán era un trasto inútil que todo el mundo estaba dispuesto a tirar al cubo de la basura. Y si no murió por abandono de los propios catalanes fue solo gracias a la inmigración castellana que, de repente, lo transformó en un utilísimo instrumento para discriminar entre "nosotros" y "ellos". Es su gran paradoja histórica: cuanta más inmigración, más valioso resultará para sus usuarios. Porque no es un idioma, es una aduana.

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