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José García Domínguez

Pornografía sentimental

En gozosa camaradería, Ridao y Rajoy, que tanto monta, han dado en exigir al Gobierno que, lejos de congelarse, se suba el importe de las pensiones. Ya lo advirtió El pobrecito hablador: "Aquí, todo el año es Carnaval".

Parece que la pornografía sentimental de González Pons –"Papá, quiero poder mirarte a los ojos..."– va a ser el gran arma secreta de Don Mariano con tal de generar la famosa confianza en los mercados. Pues, como nadie ignora, lo que más ansían los compradores internacionales de deuda es contemplar a Rajoy correteando, cual Heidi, por las alegres campiñas de la demagogia garbancera. Una excursión, la de la derecha a través de las florestas de la irresponsabilidad populista, en la que ha sabido rodearse de los compañeros de juego ideales: los pirómanos de ERC.

Así, en gozosa camaradería, Ridao y Rajoy, que tanto monta, han dado en exigir al Gobierno que, lejos de congelarse, se suba el importe de las pensiones. Ya lo advirtió El pobrecito hablador: "Aquí, todo el año es Carnaval". Al respecto, quizá resultase quimérico reclamar de ese probo funcionario del Poder algo parecido a la honestidad intelectual. Aunque sí procedería exigirle un cierto pudor, muy elemental, por lo demás; el justo para no insultar en exceso la inteligencia de sus votantes. Apenas eso. Y es que, querellas doctrinales al margen –léase galgos del reparto contra podencos de la capitalización–, la deriva hacia la quiebra cierta del sistema estatal de pensiones es evidencia no discutida por nadie.

Por absolutamente nadie. Empezando por La Comisión Europea, que no cesa de advertírselo a La Moncloa. Y acabando por las voces de alarma lanzadas por José Barea, que algún peritaje acredita en el agrio oficio de echar cuentas. Caben, entonces, mil ideas para reflotar el sistema. Pero si lo que se pretende es hundirlo, basta y sobra con la ocurrencia de Génova, a saber, incrementar mañana mismo la cuantía de todos los subsidios. Y a vivir, que son dos días. Es sabido, el politiqueo de vuelo gallináceo tiene razones que la razón no entiende. De ahí ese obstinado empeño del de Pontevedra a fin de que nadie lo confunda con un estadista. Remoto riesgo al que poco ha de temer, por ventura. Es la Ley de Hierro de la eterna chirigota hispana: en cuando amaga con irrumpir en escena el sentido común, saltan los peronistas de todos los partidos dispuestos a representar el número del bombero torero. Y Don Mariano, dirigiendo la orquesta.       

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