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José García Domínguez

Réquiem por Mozart

El abismo moral que se abre entre todo un ministro del Reino de España estampando camisetas en loa a los eructos de un payaso, y la fracasada Merkel defendiendo a Mozart frente a la ira de los hijos del Profeta.

También en eso llevaba la razón la Fallaci: existe una gran diferencia entre un país en el que la bandera de la Nación sólo es exhibida en los campos de fútbol durante los partidos de los Mundiales, y un país en el cual es enarbolada por el pueblo entero. Porque justo de ahí procede la gran diferencia que separa a una persona como Rudy Giuliani de un personaje como Zapatero. La gran diferencia entre nuestro muecín de la Alianza de Civilizaciones y aquel alcalde de Nueva York que se plantó frente a los escombros aún humeantes de las Torres para agarrar un megáfono y gritarles a sus compatriotas: “El primero de los Derechos Humanos es la libertad de no tener miedo. No tengáis miedo”. Esa gran diferencia, enorme, infinita, que distingue a los que tienen talante de los que, simplemente, tienen lo que hay que tener.
 
El mismo abismo moral que se abre entre todo un ministro del Reino de España estampando camisetas en loa a los eructos de un payaso, y la fracasada Merkel defendiendo a Mozart frente a la ira de los hijos del Profeta. Porque ahora le tocará a Mozart. Ya antes fue el turno de Dante. Y es que el perro infiel Dante Alighieri osó, en el Canto Veintiocho, imaginar a Mahoma en Infierno; razón de que las asociaciones islámicas de Italia exijan a gritos que se suprima el estudio de sus obras en todos los colegios e institutos de la República. Igual que por lo demás sucede en la laicista Francia con Voltaire, otro perro infiel al que un mal día le dio por escribir “El Fanatismo o Mahomed el profeta”. “El Fanatismo”, aquella obra sacrílega en la que un buen muslime mata a su hermano y a su padre. A su hermano y no a su hermana, que habría sido lo propio, lo justo y lo piadoso. Como justos y piadosos son esos padres y hermanos de las musulmanas violadas que las lapidan luego para limpiar así el honor mancillado del clan.
 
Y ahora le tocará a Mozart. Pues lo que no consiguiera Solimán el Magnífico al plantarse ante las murallas de Viena en 1529 con sus seiscientos mil jenízaros armados hasta los dientes, acaban de lograrlo los fieles de esas más de dos mil mezquitas que ya han sido izadas en Alemania. Mezquitas como aquella que visitaba a diario Mohamed Atta, mientras cursaba su licenciatura en la Universidad de Hamburgo. “La hora del cierre ha sonado ya en los jardines de Occidente”, acertó a escribir Cioran con su extraña lucidez poco antes de morir. Qué gran slogan para la próxima camiseta de las Juventudes de Montilla.

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