"Ninguno se quedaría con los brazos cruzados si se lanzaran misiles contra su país", acaba de pronosticar desde la más conmovedora ingenuidad Simón Peres, el presidente israelí. Se nota que ese cándido varón aún no ha oído hablar de Rodríguez Zapatero. Y es que, llegado el caso, es decir si el territorio español se viese sometido a una lluvia intermitente de centenares de proyectiles balísticos dotados de mortíferas cargas explosivas, la réplica de nuestro Gobierno hubiese sido proporcionada. Absoluta, estricta, imperativa y rigurosamente proporcionada. Nadie lo dude.
Quiere ello significar que, de entrada, Zapatero haría lo posible con tal de que la prensa carroñera disfrutara de similar porcentaje de cadáveres infantiles por bando. Luego, sin solución de continuidad, el prócer expondría a sus dos hijas a modo de escudos humanos en el tejado de La Moncloa. Todo antes que violar el preceptivo equilibrio ético, material y logístico entre agresores y agredidos.
Todo antes que recurrir a la fuerza legítima del Estado atacado. Así, acto seguido, el presidente hubiese instado a los miembros del Comité Federal para que enviasen a sus vástagos a lanzar piedras contra las milicias enemigas. O, mucho mejor todavía, caramelos de fresa. "¡Si vis pacem, cara melum!", gritaría a coro la alegre carne de cañón de las Juventudes Socialistas como patriótica consigna.
En paralelo, Bibiana Aído promovería la urgente tramitación de un decreto-ley. El que ordenara la más estricta paridad en la composición de los comandos suicidas, unos llamados a masacrar de forma escrupulosamente equilibrada, proporcional y aleatoria a la población civil del adversario. Huelga decir que si partiesen de zonas urbanas los misiles de los que fuésemos víctimas, elegantemente España se abstendría de incordiar de palabra u obra al foco de la agresión. Hasta ahí podríamos llegar. Más vale honra sin barcos...
Todo con tal de no darle la razón a Amos Oz, el celebérrimo pacifista israelí. Esa figura de culto (hasta ahora) entre la progresía hispana que acaba de firmar lo que sigue en Il Corriere della Sera:
El bombardeo sistemático de la población civil en ciudades y pueblos de Israel es un crimen de guerra y un crimen contra la Humanidad. Israel tiene la obligación de defender a sus ciudadanos. Para todos está claro que el gobierno israelí no tiene ningún deseo de invadir la Franja de Gaza, sino que preferiría continuar la tregua, que Hamas primero ha roto y después ha cancelado. Sin embargo, el sufrimiento de los civiles de la región fronteriza con Gaza no puede continuar.
En fin, todo con tal de seguir de brazos cruzados. Suerte del Mediterráneo. Si no fuera por él, íbamos listos.