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José García Domínguez

¡Viva la LOE! ¡Muera la inteligencia!

El derecho a la ignorancia, la gran conquista de los hijos de los trabajadores durante el felipismo, acaba de ser restituido

En Estepaís, escribir sobre educación es llorar. Y cuando uno se propone hablar otra vez a las piedras, al disponerse a encerrar en 450 palabras el hastío del profesor vocacional que fue, invariablemente le viene a la mente aquella frase de Fernández Ordóñez: "España, ese lugar en el que siempre hay que estar combatiendo por lo obvio". Haber de luchar eternamente por lo evidente, acaso nada exista más tedioso, más irritante, más agotador.
 
Decíamos anteayer: Igualar por abajo a todos es el objetivo último de una utopía de la mediocridad que desde que se dejó la transmisión de la cultura en manos de los pedagogos y los sindicatos –y el BOE en las de Maravall–, inspira la preparación de los jóvenes para seguir instalados en la adolescencia de por vida. He ahí el clímax de una quimera alucinada que los habrá de programar para un mundo en el que las elecciones individuales carezcan consecuencias significativas; el alucinógeno que simula una existencia en la que no hay costes, y una vida que rehúsa aceptar el riesgo de elegir y la incertidumbre, porque la supone acorde con ese prejuicio de la izquierda según el cual el Estado posee el poder demiúrgico de anticipar el futuro con su saber arcano. Ante nosotros la estafa disfrazada de pupitre que los habrá de catequizar cara a una existencia de niños en la que el Leviatán reclama la patria potestad de la sociedad.
 
Decíamos ayer: Cautivo y desarmado el PP, los adolescentes han alcanzado su primer y último objetivo: ya deberán superar molestos, pesados y unilaterales exámenes al pasar de un curso a otro. El derecho a la ignorancia, la gran conquista de los hijos de los trabajadores durante el felipismo, acaba de ser restituido. La LOCE, el instrumento del que se quería valer la derecha más reaccionaria para suprimir el diálogo a gritos en el aula como pauta de evaluación del rendimiento escolar, no se aplicará jamás. ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la nueva LOE esa!
 
Hoy, en este Dos de Mayo de los mediocres, llegada layihadde loscansaosa la victoria final, consumada triunfalmente laintifadade los zurupetos, en el glorioso instante cero del Chernobil de la cultura, ¿qué más añadir? Apenas nada. Únicamente reconocer que hemos perdido. Definitivamente. Que nos han vencido por no comprender que la infancia ya no debe ser andén de espera biológico, sino territorio político a colonizar. Ciegos por no querer ver, rechazamos que democracia significara paidocracia. Y ahora lo pagarán nuestros hijos en esa cama de Procusto escolar donde los espera Zetapé. “Lejos de nosotros la funesta manía de pensar”. No, no es aquel viejo lema de la Universidad de Cervera. Al contrario, se trata del muy posmoderno Artículo uno de la Ley Orgánica de Educación.

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