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José Ignacio del Castillo

Los Bush nos lo debían

Después de prometer durante la campaña electoral del 88 que no aumentaría la presión fiscal: (leed mis labios, no subiré los impuestos), George Bush padre incumplió su compromiso… perdiendo las siguientes elecciones en 1992. Así que los Bush nos debían una que ahora W. parece dispuesto a saldar.

La rebaja de impuestos propuesta por el nuevo presidente de los EE.UU. es una buena noticia, se mire por donde se mire. Reduce tramos, eleva el mínimo exento y, sobre todo, rebaja los tipos impositivos a todos los estadounidenses cualquiera que sea su nivel de renta.

La reforma está recibiendo duros ataques desde el campo socialista, lo que es una buena señal. Se insiste en que rebajar el tipo máximo beneficia sólo a los ricos. También argumentan los socialistas que reducir tramos va contra la “progresividad” del impuesto. Ya se sabe que éste es el término que ellos utilizan para referirse a la confiscación y que el ideal del “progresismo” es el campo de trabajo cubano donde la “progresividad” del impuesto llega al 100%.

Pues no señores. Rebajar todos los tipos, incluido el máximo, no beneficia sólo a los ricos. En realidad, conforme crecen la renta, la producción y los sueldos (algo que ocurre habitual, persistente y acumulativamente en una sociedad capitalista), las retribuciones medias van siendo gravadas con tipos marginales superiores. Si no se rebajan los impuestos, a la vuelta de treinta años, las secretarias están pagando los mismos tipos que hoy pagan los ingenieros y éstos los tipos de los futbolistas. Los burócratas consiguen así disponer del 60% de la renta, administrar todo incremento de producción y aparecer como panacea universal siempre dispuesta a mejorar las prestaciones sociales. Mientras tanto, el efectivo disponible en manos de la gente nunca aumenta, llegándose a la estúpida conclusión de que el capitalismo no mejora las condiciones de la gente y que sin el Estado estaríamos todos perdidos.

Pero es que, además, es falso que la sociedad esté estratificada en clases sociales de pobres y ricos. Salvo un pequeño porcentaje de pobres y ricos “absolutos”, la grandísima mayoría de la gente, bien ella misma o al paso de una o dos generaciones, pasa por casi todos los estratos de renta existente, pagando los tipos correspondientes. Los jóvenes recién incorporados al mercado de trabajo estarán percibiendo retribuciones duplicadas o triplicadas en su edad madura. Los hijos de los obreros serán médicos o, por qué no, exitosos empresarios. Sólo gravando la mitad de la renta cada vez que se intenta salir a flote, es posible mantener a la gente en un estado de dependencia absoluto. Eso es algo que saben bien los socialistas y que nosotros no deberíamos nunca olvidar.

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