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José Ignacio del Castillo

Los “rescates” del FMI

Ocho mil millones de dólares, aproximadamente un billón y medio de pesetas, es el coste de la broma de salvar a Argentina de la bancarrota... de momento. Esa es la cantidad que el FMI se ha comprometido a entregar para apuntalar las maltrechas reservas bancarias (5.000 millones) y para poder atender con el resto, el vencimiento de los plazos más inminentes de la deuda pública.

Los rescates del FMI tienen la curiosa virtud de disgustar a todos y a la vez presentarse casi siempre, como la mejor solución de las “políticamente posibles”. Claro que en el campo de los disgustados no cabe hacer comparaciones. Justa es la indignación de los que tienen que pagar las irresponsabilidades presupuestarias o inflacionistas de otros, normalmente los EE.UU. como mayor contribuyente al Fondo. Impúdica se presenta la protesta de los que se quejan de tener que cambiar sus políticas, al menos durante el breve espacio de tiempo que es necesario mantener el compromiso. Ya se sabe que antes de volver a fundir los fondos recibidos, hay que dejar transcurrir un pequeño lapso temporal pues en otro caso el sufrido pagano podría llegar a ver con toda claridad lo terrible de la situación. Como el holgazán borracho que pide un nuevo crédito para atender los que le vencen, conviene aparecer sobrio durante algunas semanas y hasta dar la sensación de estar buscando trabajo, antes de volver a las andadas.

La existencia de un Fondo Monetario que sirviese de auxilio en caso de situaciones de iliquidez bancaria temporal como consecuencia de excesivos descuentos, podía tener algún sentido. Se podrían evitar sin apenas coste, devaluaciones o pánicos bancarios que en otro caso son de efecto devastador tanto interna como internacionalmente. Bastaría para ello que el Fondo redescontase activos buenos aunque algo ilíquidos a un coste convenientemente gravosos, prestando así los correspondientes fondos necesarios para evitar la suspensión de pagos. Sin embargo, la situación es insostenible con o sin Fondo, desde que los gobiernos sistemáticamente están decididos a gastar muchísimo más de lo que ingresan vía impuestos para “solucionar los problemas”, saqueando a su antojo las reservas bancarias para colocar su deuda pública cuando ésta ya no encuentra mercado y recurrir a la devaluación cada vez que quieren “apoyar las exportaciones”. Una cosa es ayudar a quien se equivocó a la hora de casar los vencimientos de sus deudas y sus créditos y otra ir pagando las facturas dejadas por vividores de todo cuño.

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