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José Ignacio del Castillo

Perfilándose para la estocada

El sistema bancario argentino suspendió pagos. Así llama el Derecho al hecho de no atender los compromisos en el tiempo y la forma en que se ha convenido. Ocurrió en fin de semana “como mandan los cánones” de la alevosía y la nocturnidad, y desde luego, no se hizo pasando por el juez correspondiente como se exige para el común de las empresas, sino por la vía ejecutiva. El viernes todavía era posible obtener el reembolso del dinero depositado en el banco. Ahora sólo es posible “retirar” una modesta suma semanal o “transferir saldos mediante cheque, giro o transferencia”. Es decir los acreedores atrapados pueden subrogar a otro en su lugar, pero el sistema no atiende más que una pequeña parte de las retiradas que se soliciten.

La medida no viene sola. Se acompaña con la prohibición de sacar más allá de una pequeña cantidad de dinero del país. La “lógica” de la medida es que si los argentinos no gastan fuera, no necesitarán convertir sus pesos en dólares. Éstos, en último término, si se defiende la convertibilidad, habrían de salir de las insuficientes reservas, mermándolas aún más. Asimismo, se pretende que los argentinos que ya tengan saldos en moneda norteamericana, tampoco transfieran éstos a extranjeros que no tengan intención de tener sus saldos en la Argentina.

Ya sabemos que todo esto se hace para “evitar la fuga de capitales”, “detener la especulación irrestricta” y “garantizar la solvencia del sistema”. También sabemos que si el gobierno gasta más de lo que ingresa y además no tiene propósito de enmienda, la estabilidad del sistema jamás va a correr peligro. “En realidad, al multiplicar la deuda pública y monetizarla, el gobierno está estimulando la economía”. Sabemos que permitir al sistema bancario operar con un fondo de maniobra permanentemente negativo es un “avance respecto de las viejas prácticas que recomendaban evitar la fosilización de los activos”. Pues nada, los fondos ya están bloqueados para ser, evidentemente, jibarizados a través de la próxima “redefinición de la moneda” o “devaluación”. Se ha fijado al toro y el matador ya se perfila. Se consumó la espera. Ahora a prepararse para la quita.

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