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José Ignacio del Castillo

¿Por qué no funciona el multiculturalismo?

De entre todas las ideas abanderadas por los falsos progresistas –¿cómo se puede ser progresista si todo es lo mismo y no se progresa hacia nada?–, una que destaca por ser especialmente perniciosa, consiste en la defensa del “multiculturalismo”. Sea como consecuencia del relativismo moral que alcanzó popularidad durante el siglo XX (en cuestiones de moral todo vale o peor aún, todo vale lo mismo), sea a causa de una inaceptable tergiversación del significado del término tolerancia, quizás simplemente debido al deseo deliberado de destruir o tal vez para no herir la susceptibilidad de aquellos que tienen diversos hábitos y costumbres, hoy día los principios del multiculturalismo dominan desde los ámbitos académicos hasta las políticas públicas.

Aunque mucha gente sienta que la cultura es una forma de reivindicar la identidad (como el equipo de fútbol, vaya) y que por tanto debe ser defendida en todo tiempo y situación, el hecho cierto es que la cosmovisión, los hábitos, las instituciones y las costumbres que se tienen, son determinantes a la hora de responder al desafío que diariamente significa sobrevivir, desarrollarse y tratar de alcanzar la felicidad en el mundo real.

No me detendré demasiado a argumentar que no todas las acciones producen las mismas consecuencias para no insultar la inteligencia del lector. Como hay consecuencias más y menos deseables, necesariamente tiene que haber prácticas mejores y peores. En la mano del observador pues, está valorar unas y otras. Tampoco este artículo glosará de forma autocomplaciente la superioridad absoluta de la cultura occidental tal y como hoy existe. Prácticas que se van haciendo más y más comunes como la generalización de los nacimientos ilegítimos o la idealización de la envidia bajo el nombre de igualitarismo y su elevación a principio rector de la política fiscal, son lacras que sólo puede resistir una sociedad obligada a financiar coactivamente tanta disfuncionalidad, tras haber alcanzado la opulencia con otras virtudes. El empleo del aborto como medio anticonceptivo generalmente aceptado y la falta de preocupación al respecto, tampoco representan buenas señales de salud.

Lo que si se trata de mostrar aquí es que el ideal multicultural que presenta como idílica una sociedad en la que coexistan diversas culturas, es un error intelectual completo. El multiculturalismo no puede funcionar sencillamente porque desconoce el hecho de que ninguna cultura reconoce el derecho inviolable de cada individuo a hacer lo que desee, siempre y cuando no viole la propiedad ajena y asuma completamente la responsabilidad de sus acciones, incluso aunque eso le lleve a perecer por incompetente.

La realidad es que todas los ordenamientos jurídicos regulan el “orden público” como parcela en la que la individualidad cede a los mandatos del poder público. Algunos ordenamientos –por eso llamados totalitarios–, de hecho, sólo conocen el “orden público”. El resto de entramados institucionales, regulan la convivencia de manera muy distinta y casi siempre incompatible entre sí, ya sea en el campo del derecho de familia, la lengua oficial, la religiosidad, la administración de justicia o el consumo de sustancias que alteran la conciencia. No es siquiera concebible una coexistencia pacífica entre los seguidores de Jomeini, los marxistas-leninistas, los indios arapahoes y los animistas africanos. Es posible que quienes defienden como ideal el multiculturalismo tengan gran interés en que cada país se convierta en un nuevo Líbano o en una nueva Yugoslavia. Yo no tengo ninguno.

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