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José Ignacio del Castillo

¿Quiénes son los ricos?

Un destacado socialista español manifestó recientemente que había que mantener el impuesto sobre sucesiones para evitar que los hijos de los ricos heredasen yates y cuadras de caballos. Extraño razonamiento el de este señor, dado que la herencia mínima a partir del cual se empieza a tributar por sucesiones en España es de 2.665.000 de pesetas (art 20.2.a Ley 29/1987). Extraño o malintencionado. Le bastaba con haber preguntado a sus amigos Sarasola, Mendoza, Cisneros o Polanco para enterarse de que los yates y las yeguadas son algo bastante más caro. Claro que es posible que a la vista de que en nuestro “estado social y democrático” el intervencionismo y la redistribución ya han conseguido que los “opulentos” titulados superiores no pueden aspirar a viviendas mayores de cien metros cuadrados, consideren que heredar el dinero que permita comprar un pollino y un bote de remos sea más o menos equivalente a heredar yates y cuadras.

Caldera no fue el único en desbarrar. Sevilla acusó al PP de haber conseguido ya que los ricos paguen menos impuestos y de pretender ahora, que los hijos de los ricos también paguen menos impuestos. Por supuesto Caldera no se detuvo a explicar cuál es según su definición el patrimonio o la renta que cualifica a una familia como rica. ¿No tener una mano delante y otra detrás? ¿Son estos los socialistas que aspiran a captar el voto de las clases medias? Debe ser que razonan que lo mejor es esquilmarlas para convertirlas en indigentes pordioseros.

El diccionario de la Real Academia define rico como persona acaudalada, adinerada, opulenta. Hace menos de un año falleció cierta persona a la que yo conocía bien. Tenía 77 años. No era universitario. Trabajó duro y pagó impuestos desde los dieciséis años hasta prácticamente tres meses antes de morir. Todo eso tras pasar una infancia de hambre y guerra. El “tremendo patrimonio” familiar que logró juntar consistía en una vivienda en Madrid no mayor de 100 metros cuadrados, un par de locales comerciales que explotaba en alquiler –comprados en buena parte con lo obtenido por la venta de la casa de sus padres en el pueblo–, un piso a medio pagar para una de sus hijas (hacerlo tributar es sin duda la mejor forma de facilitar el acceso a la vivienda de los jóvenes) y un paquete de acciones y letras del Tesoro cuyo valor total no llegaba a diez millones. Sus familiares acaban de pagar a Hacienda cerca de ocho millones de pesetas. ¡Estaría bien que los “hijos de los ricos” se fuesen de rositas!

Los políticos socialistas descubrieron hace tiempo que tan bueno o mejor que ser rico, es vivir como un rico. Se puede así viajar en primera clase (o en el Mystere), ver el fútbol en el palco y los toros en barrera, comer bien en los mejores restaurantes, tener seguridad particular e individualizada, repartir regalitos a los amiguetes en forma de subvenciones y hasta disponer de chófer y automóvil oficial. La clave es tocar poder y gastar con cargo al presupuesto público. Además, es libre de impuestos. A veces hasta se puede navegar en el Azor o disponer de un cortijito llamado Doñana. Descubrieron también que para conseguirlo suele bastarles con agitar espantajos, apelar a las bajas pasiones y a la envidia de la plebe y tener un buen pesebre para engrasar a una inteligentsia que lo traga todo con tal de que los políticos se declaren sociales. Juzguen ustedes quiénes son los ricos.

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