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José Ignacio del Castillo

Sindicatos progresistas

Un movimiento sindical denominado ludismo asoló Inglaterra hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX. Integrado por tejedores manuales desplazados por la mecanización de la industria textil, se dedicaba a destruir los telares mecánicos inventados por Arkwright, pocos años antes. Aunque pueda parecer un caso extremo para traerlo a colación, en realidad el ludismo muestra la esencia rectora y el objetivo más o menos declarado, de toda asociación gremial, sindical o corporativa: la creación o perpetuación de forma artificial de la escasez en un determinado sector, con el fin de aumentar la propia renta, sin tener que cambiar de actividad.

Todo esto viene a cuento de la huelga convocada en el pequeño comercio minorista por los sindicatos de clase, es decir “progresistas”: UGT, CC.OO. y USO. La huelga se opone a la libre apertura comercial en días festivos, con el fin de “defender los puestos de trabajo”. Parece ser que en la actualidad mucha gente hace la compra en el barrio -a menudo, a unos precios superiores- al no disponer del tiempo suficiente para realizar una grande a la semana -probablemente ahorrando dinero-, en una gran superficie. Los sindicatos quieren que las cosas sigan igual.

Imagínense que Robinson Crusoe, que habitualmente se dedica a cazar para alimentarse, descubre una forma más eficiente de hacerlo (por ejemplo utilizando un arco y unas flechas). Si antes cazaba un animal cada semana, ahora es capaz de obtener uno diariamente. ¿Tendría sentido que Crusoe renunciase a la mejora para conservar su “puesto de trabajo” como cazador? Evidentemente, no. Al revés, se dedicará a nuevas y distintas actividades para mejorar su bienestar. Por ejemplo, construirse una choza o estudiar medicina para conservarse sano.

Este elemental ejemplo sirve para ilustrar en qué consiste producir y crear riqueza. Röpke hablaba de una batalla contra la escasez en múltiples frentes, en donde cuando se obtienen victorias parciales en algún sector, se movilizan las fuerzas hacia otro que ahora se considera más urgente. La escasez desgraciadamente, siempre existe y existirá. Si existiera la plena abundancia, no tendría ningún sentido crear escasez para mantenerse “ocupado”. Mucho menos sentido tiene todavía crear miseria cuando existen tantísimas necesidades insatisfechas.

Reconozco que me da un poco de vergüenza escribir estas perogrulladas, pero a la vista de las ideas que tiene la gente sobre los sindicatos y el laissez faire capitalista, creo que no está de más repetirlas. Un occidental medio trabaja ocho horas diarias cinco días a la semana. No necesita comenzar a hacerlo hasta los diez y seis o veinte años. Dispone de vivienda con agua corriente, luz eléctrica y teléfono; de televisión, video, lavadora, tocadiscos, microondas,… de decenas de trajes y zapatos. Puede conocer remotos lugares del mundo, disfrutar de vacaciones un mes al año, no sólo sabe leer y escribir, sino que tiene una educación aceptable, etc. Absolutamente todas estas comodidades son debidas al sistema de libre empresa y acumulación de capital conocido como capitalismo. Son las mejores máquinas y herramientas, las técnicas mejoradas de producción y la guía empresarial, las que han permitido que un obrero sea capaz de producir en una hora el mismo vestido que antes su mujer tardaba tres días en tejer.

El sindicalismo no ha jugado más papel que el de ser un elemento destruccionista y obstaculizador, como demuestra tanto el ejemplo ludita, como la presente huelga. Se ha opuesto sistemáticamente a cualquier innovación que incrementase la productividad o el bienestar del consumidor. Su máxima ha sido siempre la misma: crear y mantener artificialmente la escasez. ¡Y a esto lo llaman progresismo!

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