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Champions League

José Luis Oltra

Dos errores groseros y un gol para el imaginario colectivo

El Madrid siempre controló el partido. La lesión de Salah, los errores de Karius y el golazo de Bale inclinaron la balanza hacia un equipo histórico.

El Madrid siempre controló el partido. La lesión de Salah, los errores de Karius y el golazo de Bale inclinaron la balanza hacia un equipo histórico.
Gareth Bale celebra uno de sus dos goles en la final. | Cordon Press

No cabe duda que lo que está consiguiendo este Real Madrid es algo absolutamente histórico. Conseguir tres títulos de Champions League seguidos, cuatro en cinco años, es algo que sinceramente no sé si alguien va a poder repetir en la historia, y que coloca a los jugadores, cuerpo técnico y directiva de este equipo a un nivel altísimo que la afición blanca deberá saber apreciar.

No se trató de un partido brillante, lejos de la superioridad exhibida por los de Zidane hace un año ante la Juventus, pero el Madrid sí dio la sensación de tenerlo bajo control en todo momento, en un duelo en el que tres claves pudieron decantar la balanza. La primera es que, si bien el Liverpool empezó mejor, la lesión de Salah dañó anímicamente, y por supuesto futbolístamente, a los ingleses y empezó a aclarar el horizonte a los de Zidane.

Desde ese momento, ya en la recta final de la primera mitad, el juego fue el que quiso el Madrid. Y fue entonces cuando los errores de Karius le pusieron en bandeja una nueva Copa de Europa. El segundo factor determinante del resultado fueron fallos groseros, difíciles de asimilar, de esos que dejan tocado a un equipo. Y aún así el Liverpool se levantó al primero de ellos, siendo capaz de empatar rápidamente.

Pero entonces llegó Gareth Bale, la tercera gran clave del análisis del partido. Su gol formará ya parte del imaginario colectivo para muchos años, y desde luego competirá con la chilena de Cristiano Ronaldo como el gol de la temporada. Tras el maravilloso remate del de Cardiff quizá se esperaba una sentencia a la contra, aprovechando precisamente a Bale, pero todo quedó visto para sentencia con el segundo error de Karius, tan o más doloroso que el primero, por más que el disparo de Bale rebosara potencia.

Con todo ello, mi sensación es que el marcador final del partido es seguramente excesivo para lo visto en el Estadio Olímpico de Kiev, pero que seguramente indica el control del partido que casi siempre tuvo un equipo que ya es absolutamente legendario.

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