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José Luis Roldán

El Jamón como argumento

Verdaderamente no hay nada en la política andaluza que no esté impregnado de cutrez y esperpento.

Verdaderamente no hay nada en la política andaluza que no esté impregnado de cutrez y esperpento.

Verdaderamente no hay nada en la política andaluza que no esté impregnado de cutrez y esperpento. Parafraseando a Valle-Inclán, los pícaros clásicos de la sevillana cofradía de Monipodio han ido a pasearse al callejón del gato. La estética -y estética y ética se conforman- de la política andaluza es una deformación grotesca de la picaresca clásica.

No hay día que nos libre de la náusea. Esa náusea que termina imponiendo la amargura de la hiel a la media sonrisa que instintivamente provocan las hazañas del pícaro, al menos aquí. ¡Qué arte!, dicen. Hoy ha tocado saber que a Valderas -el vicepresidente aparente de la Unta; el filántropo, el que, con la complicidad del banco, le tangó el piso a su desahuciado vecino-, además de los inmuebles, también le gusta el jamón. Entiéndaseme, el jamón nos gusta a todos, si es bueno; quiero decir que le gusta el jamón como argumento supremo e irrebatible. Resulta que, en un lapsus, su jefe de prensa ha acusado a los progenitores de su rival político, antiguo correligionario en IU, de ablandar con jamones la voluntad del emperador de Bollullos (que así se refirió el enchufado a su jefe), y haber conseguido que el emperador filántropo atendiera los ruegos de unos padres amantísimos y colocara al vástago en la mancomunidad de aguas.

Quien haya visto La escopeta nacional recordará las tribulaciones del molt honorable industrial catalán Jaume Canivell y su afligida y obstinada reivindicación del viajante para abrir mercados: "¡Ya lo decía mi padre, el viajante, el viajante!". A pesar de la profunda admiración que profeso a Sazatornil, lamento tener que discrepar. ¡El cohecho, el cohecho! Pero con arte, como aquí. Aquí no es delito -eso será en Valencia-, aquí es arte. Aquí al cohecho se le llama practicar la elegancia social del regalo, como decía una de esas consignas que el régimen (el anterior) pregonaba en la televisión para ir desasnando al personal antes de hacernos europeos. Si Canivell hubiese sido andaluz, su negocio habría terminado con éxito y con menos gastos y congojas. Un jamón -de esos que van, como los difuntos, en su ataúd de madera, y que viajan con más credenciales que un embajador- hubiese bastado. El político andaluz es muy sensible al jamón. A mí me han contado que unas navidades, en las cocheras de presidencia, a la salida del Consejo de Gobierno, hubo un rifirrafe entre los consejeros por causa de los jamones navideños. Un clásico, el jamón navideño.

Y es que con el jamón aquí no se bromea. Prueba de ello, la bochornosa rectificación realizada por el sujeto. Para arreglarlo, el encargado de propaganda de Valderas ha declarado que todo lo que dijo ante la televisión bollullera (que aquí trabajo no hay, pero cada pueblo tiene un canal de televisión) es mentira; o sea, una calumnia, ya que acusó a su jefe de haber cometido los delitos de cohecho y de prevaricación o de tráfico de influencias. La rectificación es más miserable y rastrera que lo rectificado. Huele a dictado. Huele a mentira. Afirma que Valderas nunca recibió "ningún tipo de regalo o contraprestación" por las acciones que desarrolló en la vida pública. ¿Cómo puede saberlo? Más que a un lince de Doñana, el tipo se parece a Linceo, el argonauta de vista tan perspicaz que veía a través de los muros, según cuenta Horacio. Aunque mayor que su agudeza es su servilismo y sus acreditadas dotes de pelotillero y tiralevitas, que superan, incluso, a las del mismísimo Smithers Jr. Son sus palabras las que lo definen, no yo; vean, si no, lo que dice: lamento esas palabras y así se lo he trasladado a Valderas, tanto personalmente como por escrito, así como mi pesar por el daño que haya podido hacer a su imagen. Ni una palabra, ni una disculpa, para aquéllos a los que pretendió ofender: los padres y el hermano de su rival político. Dice en su descargo que su calumnia fue fruto de un calentón. Calentón que le ha durado 10 días, los que tardó la prensa en publicarlo. Curioso, ¿no?

Y es que, tratándose de un niñato con podercillo, la cosa era de esperar. Aristóteles ya lo había advertido: la cólera como causa del discurso es propia de los jóvenes y de los poderosos. Con estos mimbres está labrado el susanato, y eso que estos de IU se dicen la sustancia ética del Gobierno, ¡imagínense ustedes el resto!

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