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José Manuel Opazo

¿Quién reparte los certificados en Cataluña?

Para evitar que te sea otorgado el certificado de extrema derecha tienes sólo un antídoto: Rodearte de gente conocida por su tendencia izquierdista

Los animales luchan buscando en su manada su lugar. Ganan o pierden su lugar en el grupo por acción u omisión, sin que sean los otros miembros de la manada quien se la otorgue, sino sus actos. Por el contrario, en nuestra sociedad humana e inteligente, sucede lo contrario: abandonamos el raciocinio en nuestro modo de colocar en posiciones destacadas a líderes en función de los intereses del grupo o de una parte.

Desde niños luchamos por ser reconocidos por los demás y así nos ponen el "sello" en la frente que nos identifica como: buenos, aplicados, inteligentes... Más tarde como: trabajadores, ordenados... Y para ello luchamos con mayor o menor ahínco. Decimos que no nos gusta que nos cataloguen, pero lo cierto es que hacemos poco o nada para impedirlo.

La gran paradoja del ser humano es que reparte certificados entre los demás y se erige motu proprio como sujeto autorizado a expedirlos, sin rubor, y además, en la mayoría de los casos, cuando son negativos son reconocidos por el resto de la manada dando el certificado por bueno y al expedidor por sujeto autorizado sin más discusión al respecto.

En Cataluña, al principio, aceptamos esa práctica y así reconocimos durante muchos años al molt honorable que posteriormente fue despojado de ese reconocimiento (gracias a Dios). Se le otorgó la propiedad y acceso exclusivo a la máquina expendedora de certificados de buen o mal catalán. Él personalmente expedía las acreditaciones. Incluso Aznar fue candidato, recuerden su frase: - "Hablo catalán en la intimidad". Hecho meritorio pero no suficiente para ser galardonado con el certificado de "buen catalán".

Pero lo realmente grave es que fuimos nosotros los que cedimos el puesto al frente de la máquina expendedora de certificados y pagamos la factura sin rechistar e incluso satisfechos.

Posteriormente llegó el certificado de buen o mal independentista. La adjudicación de esos certificados se la cedimos casi en exclusiva a Puigdemont. La adjudicación de esos certificados era más exclusiva y podía obtenerse con o sin pedigree que venía condicionado por los apellidos catalanes. A los otros, los que no los tenían, se les calificó de "segunda generación" que no era más que un remedo de la segunda clase en la antigua Renfe. Más grande es el odio a España y a los españoles y más grande es el clasismo demostrado. Finalmente expidió su último certificado desde Bélgica nombrando President al xenófobo Torra.

Por otra parte tenemos el certificado más polémico y dañino entre los defensores de la Constitución y la Nación española; el certificado de "extrema derecha". Este certificado es particularmente perverso por ser descalificador. Nadie tiene el derecho de la expedición y se otorga sin más méritos que la simple sospecha y es verdaderamente destructor de la unidad de los verdaderamente demócratas y usado como arma sectaria para romper y fragmentar movimientos cívicos contrarios a sus postulados. Para evitar que te sea otorgado dicho certificado tienes sólo un antídoto: Rodearte de gente conocida por su tendencia izquierdista. Como si la izquierda curase todo lo malo que puedas tener.

Prostituyéndose una vez más la derecha y sometiéndose así a la brujería de la izquierda, en la sociedad civil – y especialmente en la catalana- están presentes multitud de asociaciones de ámbito civil que representan a diversas corrientes de opinión y que expiden con regularidad ese certificado, siempre en la más estricta clandestinidad.

La gran 'proeza' de esas asociaciones que torpedean a sus propios aliados y amigos es representar a partidos políticos y no a la sociedad.

Si a todos los demócratas españoles nos preocupase nuestra nación y unidad, dejaríamos de expedir esos certificados a todo aquel que vemos como candidato a ocupar un espacio relevante en el espacio público. Regresaríamos a nuestro comportamiento animal o básico planteado al principio y dejaríamos que fueran sus actos los que enmarcasen a un individuo o grupo y lo cualificasen, o no, para desarrollar adecuadamente esa tarea.

El trabajo por la unidad no puede separar. El que separa, se para y no avanza

José Manuel Opazo

En España

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