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José Manuel Puertas

La Euroliga pasa por igualar el carácter griego

Ante un rival que se aferra a los partidos como nadie, como fueron, son y serán los griegos, seguramente el equipo con más espíritu, el trabajo de Laso será muy mental.

Ante un rival que se aferra a los partidos como nadie, como fueron, son y serán los griegos, seguramente el equipo con más espíritu, el trabajo de Laso será muy mental.
Spanoulis celebra el triunfo de Olympiakos. | EFE

Tras la victoria ante el Fenerbahçe, Pablo Laso en rueda de prensa se dirigía a los medios, no sin acierto: "¿No volveréis a decir que el Olympiacos no es favorito, verdad?". Suele ocurrir que los partidos por el título comienzan a jugarse desde las comparecencias ante los medios anteriores. En este caso, el Real Madrid quiere huir del favoritismo que tanto le ha pesado en las dos ediciones previas, precisamente en el partido decisivo. Ante un rival que se aferra a los partidos como nadie, como fueron, son y serán los griegos, seguramente el equipo con más espíritu del continente, el trabajo hasta el salto inicial de Laso será muy mental. Confianza cero, ni un segundo de relajación, y a disfrutar en la cancha.

Porque el Real Madrid no disfrutó completamente en las dos finales anteriores, y tuvo momentos de saturación mental que pagó carísimos con dos derrotas. En la semifinal, ejecutó al Fenerbahçe en un segundo cuarto colosal, con un 35-14 que pasará a los anales. Pero sólo, ya se sabe, si los madrileños alzan el título, porque si no el aluvión hará olvidar todo el camino. Así de injusto es el deporte. Por cierto, Fenerbahçe, que seguramente pagó la misma novatada que el Madrid ante el Maccabi cuando volvía a una Final Four en Barcelona 2011, demostró ser un equipo orgulloso, entregado, y que obligó a los blancos a trabajar hasta el final, lejos de lo que hiciera el Barça en las semifinales de hace un año, cuando se borró en la segunda parte.

Pero a orgullo nadie gana a Olympiacos, una vez más el equipo con menos presupuesto de los cuatro, y ejerciendo de verdugo de un CSKA que le tiene en sus peores pesadillas, toda vez que le ha eliminado en tres de las últimas cuatro ediciones. Un conjunto, el moscotiva, que volvió a demostró estar falto de alma y, curiosamente, de referentes. Con los rusos nueve arriba todos aportaban de forma coral, algo sensacional, pero cuando el balón quemó, nadie dijo "aquí estoy yo". Y en eso, los de El Pireo tienen dos valores contrastados. Giorgios Printezis y, sobre todo, un Vasilis Spanoulis que olvidó el 0 de 11 en tiros con el que arrancó el partido para anotar los once puntos decisivos que volvieron a tumbar al CSKA. Como en la epopeya de Estambul 2012, y la reedición de Londres 2013. En los de Itoudis, mientras, nadie era capaz de mirar al aro, frente a un terremoto barbudo que eclosionó en los dos últimos minutos para demostrar, una vez más, que en esos instantes es, sencillamente, el mejor de Europa.

Será, claro, una final difícil. Por muchos aspectos. Seguramente con el Madrid de nuevo con el ambiente en contra. Otra cosa sobre la que habría que reflexionar, por cierto, porque la afición del Fenerbahçe superó ayer claramente a la de los blancos, aunque los bríos se irían apagando progresivamente con el dominio madrileño.

El domingo los de Laso tienen una cita con la historia, buscando que a la tercera vaya, al fin la vencida. De Ayón y Nocioni ya se sabe que vinieron a jugar partidos como estos, así que espérenles cuando las cosas se pongan feas, que ante Olympiacos se pondrán. Para vencer, los blancos deberán igualar en carácter a su rival, algo nada sencillo cuando se afronta a la banda de El Pireo. Y las experiencia previas, o de la misma semifinal, deberán valer para crecer. Nunca jamás se debe dar por muertos a los griegos, por tocados que estén. Si el Madrid se aplica esa lección, logrará estar más cerca de que el partido sea el que quiere, y ahí, como se vio en el segundo cuarto, los de Laso, sencillamente, no tienen rival. Pero no será fácil ante los griegos, que no son precisamente novatos en la batalla. Y no lo olviden: nunca les den por acabados, sería un craso error.

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