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José María Marco

Dos campañas, una filosofía

la figura del propio Bush, considerablemente más sólida y consistente que la de Kerry. Kerry es interesante por que encarna la crisis de la conciencia americana

Después de los tres debates televisivos, Kerry remontó el estado de catatonia en el que se encontraba en el mes de septiembre. Era un hombre con un discurso articulado y serio, lejos de la caricatura que los republicanos habían pintado de él. Según casi todos los medios de comunicación, fue el claro ganador. Y sin embargo, Kerry no está siendo capaz de consolidar esa victoria y ha vuelto a retroceder en las encuestas. ¿Por qué?
 
Una primera razón puede ser la línea argumental de la campaña demócrata. La campaña de Kerry no se encamina a aprovechar lo ganado en los debates y seguir apuntalando la imagen de un líder sólido, con propuestas creíbles. En vez de eso, los demócratas están machacando la idea de que Bush, al que le siguen atribuyendo proyectos fantasiosos como la reinstauración del servicio militar obligatorio, es una marioneta de la extrema derecha norteamericana: integristas, multimillonarios, fanáticos sectarios y defensores de la libertad de poseer armas. Es un argumento para convencidos, pero no sirve para ganar votos, a menos que se haya decidido que los únicos votos que vale la pena intentar buscar son los de las franjas desnortadas, como los adolescentes y la elite académica y hollywoodiense, que se toman en serio las payasadas de Michael Moore.
 
La campaña de Bush no está ahorrando ataques personales contra Kerry, pero ofrece más centros de interés.
 
En primer lugar, la figura del propio Bush, considerablemente más sólida y consistente que la de Kerry. Kerry es interesante por que encarna la crisis de la conciencia americana. Bush lo es por la razón inversa, porque representa la negativa de la conciencia americana a dejarse arrastrar por una crisis de identidad. Habrá cometido muchos errores durante su presidencia, pero es el ejemplo de que un cierto espíritu americano que combina patriotismo, fe en la libertad individual y convicciones morales basadas en principios religiosos, no está acabado. Es un gran punto a favor de Bush, sobre todo en tiempos de guerra.
 
El equipo de Bush aceptó celebrar el tercer y último debate sobre temas internos, algo peligroso para los republicanos que en esto suelen llevar las de perder ante los demócratas. Ahora se empieza a ver por qué. Y es que Bush, como ha explicado desde estas mismas páginas José Carlos Rodríguez, ofrece una gran visión del futuro americano: privatización parcial de la Seguridad Social, reforma del sistema de pensiones, más rebajas de impuestos. La "sociedad de propietarios" que están proponiendo los republicanos se parece mucho a una nueva frontera, un reto para los norteamericanos, que habrán de adaptar su sociedad a la globalización y a la libertad de las que ellos mismos han sido los promotores.
 
Finalmente, está la guerra contra el terrorismo. Aquí se debaten muchos argumentos, pero en las últimas semanas ha ocurrido algo que ha tenido una enorme repercusión en la sociedad norteamericana, al fin y al cabo la creadora de la democracia moderna. Son las elecciones en Afganistán. Los americanos han sido sensibles al éxito del experimento, a los más de diez millones de personas registradas para votar, al esfuerzo de los afganos por acudir a los colegios electorales, a la relativa falta de incidentes serios, a la voluntad explícita y al orgullo expresados por los afganos de ser una nación, una nación democrática. Cuando los demócratas mantienen el argumento de que hay que resignarse a vivir con el terrorismo, como había que resignarse a vivir con el comunismo, y que es imposible democratizar un país musulmán, Bush y su equipo sacan el ejemplo afgano. Puede que haya muchos problemas por delante, pero vendrán después de las elecciones. Por ahora, ahí está esa votación histórica, que debería valerle el Nobel de la Paz al Ejército norteamericano.
 
Bush está planteando propuestas arriesgadas, que exigen sacrificios a corto y medio plazo y que introducen serios elementos de incertidumbre. Pero también propone un reto muy arraigado en la mentalidad norteamericana. Probablemente eso explique por qué sigue por delante en las encuestas.

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