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José María Marco

El saber en outsourcing

El alumno, que en general dominará las técnicas informáticas mejor que el profesor y se las arreglará mejor que él para encontrar lo que busca, tendrá pronto más autoridad que éste e incluso llegará a darle alguna clase…

Hace unos días me encontré por la calle a un amigo profesor. Acaba de salir de una clase preparatoria del nuevo curso y andaba un poco excitado. Me contó su última teoría. (Es un hombre ocurrente). Hasta entonces estaba convencido de que los mayores enemigos de la civilización occidental eran los pedagogos, pero esa misma tarde acababa de darse cuenta de que aún peor es la alianza de pedagogos e informáticos. Al fin y al cabo, los primeros tardaron casi trescientos años, desde Rousseau, en destrozar las instituciones educativas. A los segundos, en cambio, les ha bastado con treinta. Combinadas, las fuerzas de ambos tendrán efectos más letales para Occidente que Atila, Gengis Khan y los islamistas juntos.

Le digo que exagera, que los pedagogos han aportado formas nuevas y menos autoritarias de aprender y que los informáticos han puesto en manos de todos una ingente cantidad de información de la que antes sólo disponía una minoría exigua. Sin contestarme, saca de su cartera unas hojas y me dice que me lo mandará todo por correo electrónico. Es un documento del Ministerio de Educación titulado Proyecto Escuela 2.0.

El primer punto, como era de esperar, es el del ordenador por alumno, algo que el Gobierno lleva prometiendo varios años durante los cuales los padres españoles ya les han comprado a sus hijos ordenadores mucho mejores que los que les regalará nunca, a costa de todos, el régimen socialista.

Otro punto es el de la informatización total de la enseñaza. Los responsables de la política educativa afirman que no quieren sustituir los libros ni variar los procesos de aprendizaje. El caso es que gracias a la informática y a internet, el alumno tendrá la impresión de que lo tiene todo a mano. Algunas facultades como la memoria –la peor adversaria de los pedagogos–, serán consideradas inútiles. Si toda la memoria del mundo está disponible en una pantalla, ¿para qué molestarse en aprender nada? Ya se están viendo las consecuencias de este ejercicio global de outsourcing. Fallará la capacidad de asociación, la imaginación, la autonomía de las personas. Probablemente sean más ricas, en cierto sentido, pero también serán más vulnerables y más arrogantes. Llegarán a creer que pueden saber lo que ni siquiera saben que no saben.

Por supuesto que el plan afecta también al profesor. De depositario y transmisor del conocimiento, el profesor se convierte en gestor de la información. Su conocimiento valdrá a partir de ahora en la medida en que es instrumental y permite acceder con el mínimo esfuerzo a la información que se anda buscando. Claro que el profesor conoce, obligadamente, pocas cosas. Por otra parte, el saber mismo se ha convertido en una masa de datos indiscriminada y sin jerarquizar. Así que el alumno, que en general dominará las técnicas informáticas mejor que el profesor y se las arreglará mejor que él para encontrar lo que busca, tendrá pronto más autoridad que éste e incluso llegará a darle alguna clase... Ríase usted de la tarima restaurada.

En el proyecto hay elementos positivos, como las posibilidades que se abren para la enseñanza a distancia o el trabajo en grupo. El propio acceso a la información lo es, claro está, si se sabe organizar. Queda que los dos puntos aludidos, sumados al regalo del ordenador de segunda clase, van directos a la médula de la enseñanza tal como la hemos concebido hasta ahora.

Mi amigo, según lo que me dice en su mensaje, está cada vez más furioso.

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