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El domingo 18 de abril, Zapatero recién elegido Presidente del Gobierno y sin consultar con su Consejo de ministros, declaró en La Moncloa que había ordenado la retirada de las tropas de Irak. En el debate de investidura, se había comprometido a retirar las tropas de Irak si antes del 30 de junio la ONU no se hacía cargo de la situación política y militar de Irak.
           
Ese mismo argumento lo retomó Zapatero el 18 de abril, recordando que ya “en marzo de 2003, hace más de un año” se había comprometido a la retirada de las tropas españolas. Pero en esa misma declaración del 18 de abril, Zapatero añadió otra cosa: “Con la información de que disponemos y que hemos recabado a lo largo de las últimas semanas, no es previsible que se vaya a adoptar una Resolución de la ONU que se ajuste al contenido al que quedó condicionada nuestra presencia en Irak. Tanto las manifestaciones públicas de los principales actores implicados en este conflicto, como los contactos mantenidos por el Ministro de Defensa a petición mía en el curso del último mes, no aportan indicios que permitan prever una variación sustancial en la situación política y militar existente en Irak en los plazos previstos y en el sentido reclamado por el pueblo español.”
           
Cuatro días antes de esta declaración, el 14 de abril de 2004, el enviado especial de la ONU en Irak, Lakhdar Brahimi, dio una conferencia de prensa en Bagdad. En una declaración pública, hecha ante los medios de comunicación, especificó el calendario que se estaba negociando en aquellos momentos. Era el siguiente. En las condiciones de Irak, era imposible celebrar elecciones, que deberían postergarse hasta enero de 2005. Hasta entonces, se preveía la puesta en marcha de un Gobierno. Ese Gobierno se haría cargo de la situación en Irak a partir del 1 de julio de 2004, y hasta las elecciones de enero de 2005. “Tenemos la confianza”, dijo Brahimi textualmente, “de que ese gobierno podrá ser puesto en marcha a tiempo, es decir durante el mes de mayo de 2004. Será un Gobierno liderado por un primer ministro y formado por hombres y mujeres iraquíes de reconocida honradez, integridad y competencia.” Además, tanto el actual Consejo de Gobierno como la Autoridad Provisional –el órgano de gobierno encabezado por Paul Bremer– “dejarán de existir el 30 de junio de 2004”.
           
Es posible que Zapatero no prestara el menor crédito a las palabras del representante de Naciones Unidas, que llevaba varios meses trabajando en Irak. Zapatero estaba en su derecho de no creerse nada de lo que dijera la ONU. Pero no es eso lo que Zapatero dijo a los españoles el 18 de abril. Lo que dijo, como ya se ha citado, es que no había indicios que permitieran prever una variación sustancial en la situación política y militar en Irak en los plazos previstos.
           
En contra de lo que dijo Zapatero a los españoles, esos indicios existían ya el 18 de abril. Eran indicios públicos y conocidos. ¿Acaso no los conocía Zapatero? ¿No le había informado nadie de los trabajos de Brahimi en Irak ni de las conversaciones mantenidas, ni de la declaración del 14 de abril?
 
¿O es que Zapatero mintió a los españoles?

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