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José María Marco

Marbella: regulación y corrupción

¿Cuántos alcaldes de ciudades españolas conoce usted, además del de la suya, claro está? Seguro que entre todas las respuestas que se podrían recoger a esta pregunta, sea cual sea la cantidad de gente interrogada, figura siempre Marbella.

Marbella es uno de los buques insignia del turismo en España, pero ha sido maltratada sistemáticamente. Cuando estuvo gobernada por los socialistas, hasta 1991, sufrió la dejadez de sus responsables municipales. Había de todo: suciedad, prostitución, desorden, delincuencia y una regulación urbanística que asfixiaba el crecimiento de la ciudad, dilapidaba su potencialidad e impedía a la gente aprovechar todo lo que Marbella y su municipio pueden ofrecer. En vez de cuidar y promocionar lo que fue y sigue siendo una joya, una ciudad y una marca con un atractivo de fábula, los socialistas se empeñaron en arrinconarla. Incluso se permitían desprestigiar lo que Marbella significa como símbolo de éxito social y económico.

La llegada del GIL al poder cambió la situación. Jesús Gil limpió y embelleció la ciudad. Marbella es ahora una ciudad infinitamente más agradable y más fácil de vivir de lo que era (y lo era, y mucho) antes de Gil. Y sobre eso, Gil permitió que la gente aprovechara el tirón de Marbella. ¿Cómo? Permitiendo construir allí donde los socialistas habían frenado cualquier progreso. El dato es conocido. De 49.000 viviendas construidas en 1991, Marbella ha pasado a 127.000 actuales.

Eso explica la popularidad de la formación de Gil, que ha ganado todas las elecciones municipales celebradas desde entonces. Y también explica los problemas que ahora afronta Marbella. Gil se ha enfrentado a la Junta de Andalucía, que ha rechazado sistemáticamente las decisiones urbanísticas adoptadas por el ayuntamiento marbellí. Para permitir que Marbella creciera como podía –y tenía–que crecer, Gil no ha respetado la regulación restrictiva e intervencionista que le imponía la Junta.

Cuando un gobierno no respeta la legalidad, entra en un terreno peligroso en el que el GIL ha acabado empantanado. En Marbella se ha practicado la corrupción a gran escala. Ha llegado el momento de plantearse una renovación a fondo, como en 1991. Marbella no se merece el espectáculo bochornoso que están dando sus responsables municipales.

Pero también es evidente que con la regulación existente, Marbella no habría alcanzado el desarrollo actual. Lo que ha dividido al Ayuntamiento y provocado la crisis es, de hecho, la posibilidad de que el alcalde aceptara los planteamientos de la Junta de Andalucía y que Marbella volviera a su estancamiento anterior.

Cuando se habla con responsables de otros ayuntamientos de todo lo que se ha hecho en el municipio de Marbella siempre acaban diciendo lo mismo: que saltándose las normas, ellos habrían hecho lo mismo. Pues bien, si es así, ¿no será cuestión de cambiar las normas y promulgar otras que hagan posible el desarrollo sin corrupción?


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