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José María Marco

Toma de posiciones

la actitud del ex presidente señala que empieza a ser hora de tomar posiciones con claridad. Aznar ya lo ha hecho

Aznar volvió a hablar en inglés. Lo hizo en la Cena de la Libertad de la Atlas Foundation y lo ha vuelto a hacer en la Universidad de Georgetown, ante sus alumnos y ante quienes asistimos a la conferencia que pronunció en el magnífico escenario del Gaston Hall, situado en el edificio principal de la universidad. Hay quien dice que su inglés ha mejorado; hay quien dice que ha empeorado un poco, tal vez por falta de práctica. Se puede defender cualquiera de las dos opiniones. Nadie le niega el valor, en cualquier caso.
 
Aznar empezó con una constatación dramática: que los valores que comparten Estados Unidos y Europa, o al menos muchos países europeos, no parecen ser ya los mismos. Es una afirmación de gran calado en la que se adivina una reflexión que produce algo de vértigo. Estados Unidos, auténtica heredera y en cierto modo quintaesencia de lo que Europa significó un día, quiere seguir siendo un país abierto y liderar el mundo libre. Europa, cada vez más ensimismada, puede acabar encerrada en sus fantasmas, condenada a la repetición compulsiva y sin objeto de una historia sangrienta: la historia de un fracaso.
 
En la reflexión de Aznar tal vez se advertía un poco demasiado la huella de una experiencia personal traumática. Por eso era interesante ver cómo desarrollaba la idea.
 
Afortunadamente, Aznar terminó con varias propuestas en positivo. Una que ya había realizado anteriormente, para la creación de una zona de libre intercambio entre Estados Unidos y Europa. Aznar argumenta que las relaciones entre los individuos y las sociedades contribuirán a superar el abismo que se ha abierto.
 
La segunda es nueva, y podía haber suscitado una discusión interesante si los corresponsales españoles destacados en Washington se esforzaran en entender algo de lo que aquí se está diciendo. El ex presidente quiere que Estados Unidos asuma su responsabilidad ante Europa y ponga en pie una política que reconozca activamente a los países aliados. El argumento es consistente y da una pista importante sobre lo que Aznar piensa del papel que debe asumir Estados Unidos, no muy alejado, en ciertos aspectos, del que asumieron los españoles cuando tuvieron el valor de querer liderar el mundo, allá por el siglo XVI.
 
Finalmente, Aznar se refirió a la necesidad de que los europeos reflexionen sobre su propia situación y no se dejen llevar –esto lo añado yo– por las obsesiones que les llevaron a la catástrofe en los años veinte y treinta del siglo pasado.
 
Aznar salvó la tentación victimista de la vindicación personal que asomó al principio de su discurso. Eso indica que Aznar sabe que a pesar de su retirada sigue siendo un elemento muy importante de la vida política española. También plantea una interrogación a su partido. Tomando nota de lo ocurrido en las elecciones norteamericanas, la actitud del ex presidente señala que empieza a ser hora de tomar posiciones con claridad. Aznar ya lo ha hecho. Estamos a la espera de que el resto del Partido Popular se decida, no sé, tal vez antes del próximo siglo o del próximo milenio.

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