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José Ramón Bauzá

Sí se podía saber

Lo que ocurre en Ceuta es un resultado lógico de la dejadez y la incompetencia.

Lo que ocurre en Ceuta es un resultado lógico de la dejadez y la incompetencia.
EFE

La crisis con Marruecos que muchos veníamos anticipando desde hace meses ha acabado por estallar contra las playas de Ceuta, dejando en evidencia que España perdió hace tiempo el interés por defenderse del chantaje de nuestro vecino del sur.

Al igual que Canarias hace unos meses, Ceuta ha sido llevada al límite por una avalancha migratoria que ni es casual ni es la primera, y que se produce en un contexto de debilidad internacional de España y con un Marruecos cada vez más agresivo.

Desde su independencia, Marruecos ha tenido dos objetivos geopolíticos claros en su relación con España: obtener el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental y estrechar el cerco sobre Ceuta y Melilla para, a largo plazo, controlarlas. Aunque durante mucho tiempo las ambiciones territoriales de Rabat han quedado supeditadas a intereses políticos y económicos más urgentes, la confluencia reciente de una serie de factores las ha devuelto al primer plano.

En primer lugar, Marruecos lleva años desarrollando una formidable campaña internacional de influencia y relaciones públicas, especialmente en Washington y Bruselas, donde España está ausente para contrarrestar el relato. El caso más evidente fue el reconocimiento por Estados Unidos de la soberanía marroquí en el Sáhara, una derrota diplomática sin paliativos para España, habida cuenta de nuestra responsabilidad histórica y nuestros intereses geopolíticos en la región.

El presidente Biden no tiene prisa en revocar esta decisión de su antecesor, como sí ha hecho con muchas otras de la Administración Trump, lo que demuestra hasta qué punto Rabat nos está ganando la partida en los pasillos del poder en Washington, donde se ve a Marruecos como un socio fiable y un buen cliente y aún se recuerda el insulto de Zapatero a la bandera estadounidense.

Marruecos ha sabido aprovecharse también de la debilidad del Gobierno de Sánchez, que, lejos de haberle marcado líneas rojas, ha cedido una y otra vez al chantaje de Rabat, buscando insistentemente una cumbre que los marroquíes no querían y negándose a hacer uso de los pocos instrumentos de presión que aún le quedan a España.

Esta debilidad se ha trasladado también a Bruselas, donde, vista la defensa que está haciendo Josep Borrell de nuestros intereses, el máximo representante de la diplomacia europea bien podría ser checo o lituano. Es algo que ha quedado demostrado una vez más en esta crisis. Y es que, pese a ser el español de más rango en la capital comunitaria, Borrell ha sido el último de los altos cargos europeos en pronunciarse, lo que cuestiona su interés y el de Sánchez por contener una crisis que la UE podría haber parado antes de que estallara.

Marruecos, que tiene la consideración de socio privilegiado, se ha beneficiado desde 2007 de más 11.500 millones de euros en inversiones de la UE, un mercado al que los marroquíes exportan el 60% de su producción.

Si el Gobierno de Sánchez hubiera tenido interés en frenar a tiempo el chantaje migratorio que ha estallado en Ceuta, y que se vive también a diario en Melilla y las Islas Canarias, contaba en su arsenal con todos los instrumentos de la diplomacia europea. Los hechos de estos días son la prueba última de una dejadez que algunos llevamos meses denunciando.

Que Marruecos se haya atrevido a llegar tan lejos contra nuestro país es, en definitiva, fruto del desinterés crónico en España por desempeñar el papel internacional que nos corresponde, no ya para alcanzar nuestros objetivos, sino para defender intereses tan vitales como la soberanía y la integridad territorial.

Mientras Rabat ha movido con inteligencia y paciencia sus fichas, Madrid descuidó durante años todos los elementos que hasta la fecha han mantenido estas ambiciones a raya. La capacidad disuasoria que nos ofrecía la superioridad militar se está viendo reducida a pasos agigantados gracias a las últimas adquisiciones marroquíes y nuestra peligrosa falta de inversión en defensa. La promoción activa y sin complejos de la integridad territorial y la soberanía españolas, compartida durante mucho tiempo por los partidos constitucionalistas, se vino abajo con la llegada de un Gobierno aupado por el separatismo. Y las alianzas internacionales clave para alcanzar nuestros intereses geopolíticos, en Europa y EE UU, han sido víctima de los continuos bandazos de la política exterior y el desinterés de Gobiernos sucesivos.

España y ahora especialmente Ceuta están pagando hoy la incompetencia de un Gobierno que ha olvidado una regla esencial y que vale tanto en el patio de un colegio como en la política mundial: a los matones no se les contenta, se les planta cara.


José Ramón Bauzá, diputado de Ciudadanos en el Parlamento Europeo.

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