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José T. Raga

Empaquetados

¿Qué hay de la efectividad de la reforma laboral aprobada y publicada en el Boletín Oficial del Estado? ¿Van a ser estas medidas anunciadas el miércoles y llevadas el viernes al Consejo de Ministros igual de efectivas que aquella reforma?

En este caso no me refiero a ir bien vestido y curiosamente arreglado, ya que, puesto a buscar acepciones figuradas, estaría más cerca de aquel sentido que el paquete tenía para los que íbamos a la mili, que no era otro, como recordarán los que acudieron a aquella cita, que el de castigo. Pues sí, al presidente del Gobierno no le basta con mandar, porque gobernar, lo que se dice gobernar, me da la impresión que no merece tal vocablo para este desgobierno en el que estamos inmersos, ni siquiera le basta con arruinarnos con sus mandatos, sino que además disfruta metiéndonos paquetes, castigándonos con unas medidas que, o no entran nunca en vigor, aunque estén publicadas en el Boletín Oficial del Estado, o no sirven para lo que pretenden oficialmente.

El miércoles pasado, cuando uno menos se lo esperaba –ya que había creído a ministras y secretarios de Estado– anunciaría un nuevo paquete de medidas, que llevaría hoy al Consejo de Ministros, las cuales pretenderían, a decir del presidente, favorecer la inversión y el empleo. Yo, que ya saben ustedes que soy muy mal pensado, o mejor dicho, que esta gente me ha obligado a ser mal pensado, me recelo que este nuevo paquete se produce para ver si se nos olvidan los otros que todavía están sin cumplir. Porque la música de favorecer la inversión y el empleo es una cantinela que hasta el más duro de oído la tararea ya con soltura inaudita.

Yo, sinceramente, si el presidente hubiera tenido un rasgo de honestidad en la presentación, y hubiera dicho que lo que nos anunciaba era para hacer caja, pues no tiene un duro y no sabe cómo va a pagar lo mucho que debe, me habría parecido lógico que dada su incapacidad para hacer crecer los recursos, optase por la venta de partidas del patrimonio del Estado, a fin de conseguir lo que debería conseguir con una gestión de Gobierno eficiente.

Por otro lado, cada semana tiene que soportar una, cada vez más agria, bronca de las autoridades europeas, que últimamente ni se creen las cifras que les entrega –nosotros tampoco, pero nosotros somos el pueblo llamado a sufrir– teniendo que sacar dinero de donde sea, aunque para ello tenga que vender lo que gobiernos más eficaces acumularon en épocas anteriores.

Ahora bien, vender el 49% de AENA, que le está dando tantos quebraderos de cabeza, y el 30% de Loterías y Apuestas del Estado, ni se le puede aplicar el término privatización, pues el control lo sigue teniendo el sector público, igual de manirroto que venían siéndolo, ni puede decirse que se incentiva la inversión, porque invertir es sinónimo de crear y, en este caso, nada se crea, pues, lo que supuestamente invierte el sector privado es igual a lo que desinvierte el sector público, es decir, un simple cambio de manos, por lo que el resultado para la economía, a efectos de inversión, es, cero patatero, señor Zapatero. Sólo habría estado usted más glorioso, si hubiera enfatizado que privatizar es de socialistas. Le aseguro que todos nos habríamos divertido mucho más escuchándole semejante aseveración.

Si no hay crecimiento, no habrá creación de empleo, al menos de empleo sólido y productivo. Ya sé que usted se lo encuentra hecho eso de contratar empleo público, pero ese, el público, necesita empleo privado cuyos impuestos permitan financiar el coste del público. Entre sus medidas, lejos de reducir el gasto público, que es a lo que prioritariamente debería dedicarse, anuncia la contratación de 1.500 orientadores en las Oficinas Públicas de Empleo, para facilitar la generación de actividad y la creación de empleo. De momento, de lo que usted puede estar seguro, es de que ya habrá 1.500 empleados más, pero no era eso a lo que nosotros llamábamos empleo ni puestos de trabajo. Y prefiero no entrar en la cuestión de quién va a garantizar que el orientador esté orientado, cuando todo el Gobierno que usted preside no puede estar más desorientado y, sin embargo, usted feliz.

Los incentivos a las pequeñas y medianas empresas –ampliación de la base tributaria para la aplicación del tipo reducido del 25%, así como la de la ampliación del umbral de cifra de negocio para su calificación, además de la libertad de amortización– no puedo estar más de acuerdo en lo que tenga de reducción de esfuerzo fiscal, es más, yo sería más generoso ampliando esa benevolencia, también a las que no son pequeñas ni medianas.

Pero ¿no teme usted las sonrisas de estos empresarios en el momento presente? Lo digo porque quienes en estos momentos no están pagando impuesto de sociedades –qué más quisieran ellos– no les supone ningún incentivo que les baje un impuesto que no pagan, o que se les permita amortizar más aceleradamente, incrementando un coste que les originará más pérdidas contables. Lo que necesitan esas y otras empresas es más y mejor financiación, y ésa se la está comiendo usted toda con la deuda pública que le están comprando las entidades financieras, con perjuicio de la financiación al sector privado.

Y señor presidente, antes de terminar: ¿qué hay de la efectividad de la reforma laboral aprobada y publicada en el Boletín Oficial del Estado? ¿Van a ser estas medidas anunciadas el miércoles y llevadas el viernes al Consejo de Ministros igual de efectivas que aquella reforma? Nosotros ya estamos preparados para todo, pero ni Europa ni esos que usted llama los mercados, creo que estén dispuestos a ser tan tolerantes. Dese cuenta que usted mismo y su Gobierno consideran que cualquiera –la oposición, los medios de comunicación, la Sra. Merkel, etc.– tienen más capacidad de convicción en el desánimo de la que usted y su Gobierno ejerce en la euforia. A mí me parece real, pero que sea usted quien lo proclame, me parece abusivo, salvo que acto seguido salga con su maleta del Palacio de la Moncloa.

A lo mejor es la solución para todos: para usted y para los españoles.

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