Menú
José T. Raga

Expertos e ignorantes

Una sociedad de ignorantes tiende irremediablemente al fracaso y al servilismo.

Una sociedad de ignorantes tiende irremediablemente al fracaso y al servilismo.
Miquel Iceta. | EFE

De los dos grupos de personajes que conforman el título de hoy existe abundancia en nuestro país más allá de lo tolerable, y hasta me atrevo a decir que nunca antes habíamos llegado a tales extremos.

A fin de evitar confusiones peligrosas, convendría alguna aclaración. Los más podrían imaginar que estamos hablando de dos grupos compactos, inconexos, bien definidos; mi opinión es bien diferente.

No está reñido, en nuestra nación, que el experto sea ignorante –ejemplos los hay numerosos–, como tampoco es óbice para el ignorante acceder a puestos y rangos superiores a sus niveles intelectuales y categorías personales.

Vaya por delante que el término experto –persona con especial conocimiento de una materia– no debe utilizarse como vocablo genérico y anónimo. El experto debe ser conocido con generosidad de detalles, así como por cómo y dónde acumuló sus conocimientos.

Sólo una nación de necios puede admitir grupos, comisiones… de expertos ocultando sus nombres, y la razón de su calificación como tal, así como por quiénes fueron elegidos.

No puedo ocultar mis dudas acerca de quién elige y por qué. Tengo que reconocer que, en ocasiones, alguno de esos grupos merece mi aprobación sin reparos, porque, muy excepcionalmente, constan sus niveles de conocimiento y de experiencia. Bien es verdad también que, en algún caso, tales grupos se desvanecen parcialmente cuando sus premisas o conclusiones son cuestionadas por quienes nada tienen que decir –conocimiento cero y experiencia nula– sobre las materias abordadas.

Después de muchos años, no creo que nadie que haya adquirido conocimientos, que haya cultivado su intelecto a través del estudio y de la experiencia, pueda imaginar que la solución de la Administración, más aún la de los altos cuerpos de la función pública, consista en reducir el nivel de exigencia para el acceso a la misma.

Solo el ignorante químicamente puro es capaz de presentar semejante propuesta y justificarla, casi exclusivamente, en lo que llaman una barrera de clase; cuando, de existir una barrera, será la de la indolencia y la vagancia en grado sumo.

Pero ¡qué manía con la lucha de clases! ¿No se dan cuenta de que, de los que deambulamos por las calles, sólo una minoría muy, pero que muy reducida está pensando en que pertenece a una clase que, además, es la perdedora en la lucha?

Parece ser que semejante idea procede del Sr. Iceta. No me extraña, aunque, sin conocer con detalle su curriculum vitae, me cuesta aceptar que tenga experiencia personal en oposiciones a los altos cuerpos de la Administración. De ahí la conveniencia del silencio.

Por el contrario, si yo tuviera algún predicamento en la sociedad española, exigiría que los candidatos a las Cortes mostraran, con anterioridad al proceso electoral, el nivel de conocimientos suficientes, y quizá también de experiencia, para asegurar su función: nos iría mucho mejor.

Una sociedad de ignorantes tiende irremediablemente al fracaso y al servilismo.

Temas

En España

    0
    comentarios