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José T. Raga

Ideologías de estribillo

El conocimiento, el intelecto, que conforma al hombre en su más profundo sentido, se ha visto sustituido por mitos, por signos vacíos de contenido, por eslóganes.

El conocimiento, el intelecto, que conforma al hombre en su más profundo sentido, se ha visto sustituido por mitos, por signos vacíos de contenido, por eslóganes, haciéndole estéril para una vida con un fin digno de sí mismo.

En ese escenario, que no creo se aleje demasiado de la más cruda realidad, parece obvio preguntarse: sin conocimiento, sin ideas fundadas –coherentes y comprobadas–, incluso sin fines determinados lejos de la inmediatez, ¿qué espacio queda para la ideología?

¿Cabe una ideología sin ideas? El filósofo diría que la cuestión que planteo entraña una contradictio in terminis. Una contradicción en sí misma que no admite visiones ni actitudes indulgentes.

¿Dónde se sitúa, entonces, la discusión en la polis y en sus objetivos? Basta presenciar a los actores en el cuadrilátero para concluir con determinación: descalificaciones, insultos, mentiras, banalidades… y, sobre todo, estribillos, frases hechas, signos e imágenes que hoy nada significan.

Contemplaba hace sólo unos días a quien ostenta la condición de secretaria de Organización de Podemos – dignidad política democrática–, evocando para España una estructura política republicana. El estribillo completo –con independencia de su desgana tan criticada– tiene su rima, por eso ha calado en gentes superficiales, pero nada más.

¿Conoce, la susodicha política, la experiencia de las únicas dos repúblicas que ha habido en la historia de España? Debería conocerla, antes de hablar y proclamar su implantación; aunque quizá algo sepa, y de ahí su desgana.

No voy a entrar en el desastre de sus resultados, pues soy consciente de que, para muchos, la quema de objetos irrecuperables del patrimonio histórico-artístico nacional es un acto de afirmación patriótica, ni tampoco de los saqueos de riquezas materiales. Sólo aportaré un dato de sobra conocido, aunque tampoco por todos los que vociferan el estribillo ideológico. El dato, a todas luces relevante, es el propio desconcierto del mismo régimen republicano en ambas repúblicas.

La Primera, con una duración de apenas 22 meses, tuvo dos modelos diferentes –federal y unitario– y ocho Gobiernos. Todo para acabar restaurando la Monarquía en el rey Alfonso XII. La Segunda, que es la que más gusta a quienes entonan el estribillo, porque es la de sus abuelos, se mantuvo durante ocho años, durante los cuales hubo 27 Gobiernos, es decir, más de tres por año. Especialmente llamativo fue el período del Frente Popular: en tres años, 12 Gobiernos –uno por trimestre–.

Estoy de acuerdo en que, para quien aspire a ocupar cargos de responsabilidad política, ambas experiencias ofrecían múltiples oportunidades. Más llamativo fue su período en el exilio: 38 años, sin nada que gobernar, acumularon diez Gobiernos.

¡Esta es la historia de la República en España! ¿Que España puede ser diferente? También lo pensaron en el siglo XIX y comienzos del XX.

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