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José T. Raga

La losa del ninguneo

ZP ha dogmatizado asegurando "que no estamos peor hoy que hace seis meses", lo que corrobora que la recesión terminó en algún momento anterior. No estarán muy de acuerdo los 500.000 parados más que han venido a engrosar en estos meses la cifra de parados.

Entrar en la riqueza intelectual de la Grecia clásica significa reflexionar sobre la realidad del hombre, sobre sus servidumbres, deliberadamente aceptadas cuando no buscadas de propósito, y sobre lo pasajero de sus glorias vanas que, como tales, se desvanecen con rapidez sin contención posible. Cómo no recordar aquel epíteto, hasta fonéticamente tan atractivo en el lenguaje socrático, y que en español se ha dado en traducir como "vanidad de vanidades y todo vanidad".

No ha transcurrido todavía un mes y medio desde aquel momento en el que a modo de volteo general de campanas en las fiestas solemnes de pueblos y ciudades, se anunciaba el honor de la nación española porque su presidente de Gobierno iba a presidir, bien que por turno rotatorio y por un período de seis meses, la Unión Europea. Fastos y solemnidades saludaban ese signo planetario de nuestro presidente, a nuestra mayor gloria y ostentación.

Se incorporaba el logotipo en cursiva de la Unión Europea [eu], pienso que diseñado al efecto, en cualquier lugar que visible fuera para el deambulante mortal: veíamos la pantalla televisiva con el logotipo del orgullo; entrábamos al avión de la principal línea aérea española, con un respeto reverencial al logotipo situado en el marco de la puerta, como si de un fragmento de la tora se tratase; escuchábamos boquiabiertos los mensajes publicitarios, felicitándonos como españoles al conocer que Iberia Líneas Aéreas de España había sido designada como porteador o transportista oficial para las necesidades de los seis meses de la Presidencia española. En fin, qué quieren que les diga; se nos contagiaba, sin pretenderlo, ese sentido eufórico que sólo los más nimios suelen poner en lo más efímero de sus vidas.

Pero, vanidad de vanidades. Transcurridos cuarenta días de aquel comienzo, ni la televisión es mejor por el logotipo, ni los vuelos son más puntuales por razón equivalente, ni volamos más en Iberia, pues cada uno vuela en la línea que le viene en gana. Pero, algo más. La campana que volteábamos anunciando la buena nueva presidencial, se ha quedado sin badajo, con lo que, por mucho que acelere sus volteos, nadie percibe sus sonidos, se ha convertido en una muestra más de la banalidad de los reverenciados ídolos, de la fugacidad de los honores sin fundamento, de la vergüenza de un engreimiento pretérito, ausente de razón o mínima justificación.

Sentimos hundirnos en el cieno cuando algún respetable, que debería de estarnos agradecido por muchas causas, proclama a los cuatro vientos que el epicentro de la crisis económica está situado en España; cuando sin ningún miramiento se nos asimila, pari pasu, a la problemática economía griega, con necesidades de rescate e intervención; es más, algunos han llegado a afirmar que España no es igual que Grecia, sino que es peor, porque su dimensión es más preocupante, al fin y al cabo, ésta es una economía pequeña. Todo esto ocurre, cuando nuestros gobernantes habían afirmado, unos y otros, con insistencia, que lo peor de la crisis había pasado y que se iniciaba la ansiada recuperación económica.

Es más, en la comparecencia de esta semana ante el Congreso de los Diputados, el presidente del Gobierno ha dogmatizado asegurando "que no estamos peor hoy que hace seis meses", lo que corrobora que la recesión terminó en algún momento anterior. Es cierto que el INE no parece estar de acuerdo con él, al ofrecer un dato también negativo en la evolución del PIB del cuarto trimestre. Tampoco parecen estar de acuerdo los agentes económicos, que siguen adormecidos pese a las pláticas del Gobierno, en alguna ocasión acompañado de un diario económico que, al menos en otras épocas, tuvo una gran reputación por el rigor de sus análisis. Y estoy seguro de que tampoco estarán de acuerdo con el presidente los quinientos mil parados más que han venido a engrosar, en estos seis meses a los que se refiere el presidente, la ya abultada cifra de parados que venían del período inmediatamente anterior.

No obstante, al presidente y a su Gabinete ministerial se les ve sonrientes, como si de verdad las cosas fueran mejor para los españoles. Y uno piensa, ¿de qué sonríen? Nos había asegurado el Sr. Rodríguez Zapatero que su programa para los seis meses de Presidencia europea era sacar a Europa de la crisis económica, que eso es lo que corresponde a un líder.

Pero, asómbrense: menos mal que no lo vio, pero, mientras en Washington oraba o desayunaba, o las dos cosas a la vez, en Europa los señores Merkel y Sarkozy, ninguneando por completo al presidente de turno, venían a decir algo así como que ya está bien de tonterías y de juegos florales y que los dos, conjuntamente, iban a proceder como había que hacerlo en Europa para salir de la situación actual.

Y, dicho y hecho. Ayer jueves, sin contar con el presidente español, que a su vez lo es de la Unión durante estos seis meses, el dúo protagonista europeo estableció unas posiciones comunes para hacer frente a los problemas griegos y no griegos, que tanto afectan a la estabilidad económica de la Unión Europea; sí, a la de aquel logotipo tan visionado por los españoles.

A la luz de un ninguneo tan claro y lacerante a nuestro presidente, el español de a pie no puede menos de preguntarse, ¿en qué han quedado aquellos fastos y glorias iniciales? ¿Dónde se han encerrado los planes para liderar la recuperación económica de Europa? ¿Qué tarjeta de presentación puede esgrimirse en un escenario político europeo en el que se prescinde deliberadamente de nuestra presencia, aún ostentando la Presidencia? ¿Qué hacer ahora con el logotipo que, lejos de decir lo que se pretendía, nos informa permanentemente de que no contamos para nada?

Y es que, cuando lavanidades sólovanidad, acaba desembocándose en elninguneo. Lo siento amigos, pero hoy no puedo estar más optimista.

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