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José T. Raga

Los hechos diferenciales de Zapatero

Yo me pregunto, entre sus más próximos, ¿no habrá nadie con dignidad suficiente como para afearle esas conductas, abandonándole en la travesía si no presta oídos a las argumentadas razones?

Sí, éstos son los que importan. Al fin y al cabo, los machacones hechos diferenciales que esgrimen los personajes que deambulan por las formaciones de Aralar, Convergència i Unió, Esquerra Republicana de Catalunya, Eusko Alderdi Jeltzalea-Partido Nacionalista Vasco, Eusko Alkartasuna, Ezker Batua-Berdeak, Iniciativa per Catalunya Verds, Partit dels Socialistes de Catalunya-PSOE, y de algún otro nacionalista que se me ha debido quedar camuflado, importan poco si quien manda no cede ante el coqueteo interesado para que aquellas tesis nacionalistas se traduzcan a la realidad política, afectando a la estructura de gobierno de todos los españoles.

La voz de todos ellos, tanto más potente cuanto más insignificantes, tiene una lógica desde su propia insuficiencia y levedad. De aquí que el juego que desarrollan para su notoriedad parece consustancial con su escasa relevancia. Si, además de ello, sacan unas perras, que son las que nunca engañan y a muchos convencen, tanto mejor para alimentar su arrogancia y altivez, como si realmente importasen a alguien.

En sus mentes, el hecho diferencial, como así lo conceptúan, es requisito para una vida prolongada –yo diría que, además de prolongada, cómoda para el cuerpo y quién sabe si su RH determina un alma distinta a la de los demás mortales. Es evidente que eliminado lo diferencial, y situados en lo que consideramos común y por tanto igual, sus objetivos, sus mensajes, sus acciones, pasarían desapercibidos, incluso para ellos mismos.

Por eso, cuando alguien habla de la posibilidad de una estructura federal del Estado, para dar satisfacción a sus pretensiones, está muy equivocado. De hecho, la discusión ya se desarrolló a finales de los setenta en Cataluña, y el rechazo a la fórmula federal fue tajante, pues tal estructura política presupone la igualdad entre los distintos territorios –Estados, comunidades autónomas, regiones o cualquiera que sea su denominación–, y esto es algo que los que viven en la presunta diferencia no pueden aceptar. Por eso digo que su posición y su discurso político son coherentes con ese núcleo que lo que sostiene es la autoproclamación de que "somos diferentes".

La incongruencia reside cuando salimos del discurso nacionalista puro y duro, y pasamos al del presidente del Gobierno de España. Bien es cierto que hablar de la incongruencia del presidente Zapatero es una tautología, y se requerirían muchos volúmenes para recoger esquemáticamente sus múltiples incongruencias en materias de las más variadas especies. En este caso, y me compadezco de los que confiaron en él, por aquello de ser socialista, suponiéndole fiel a lo único que ha pregonado el socialismo de todos los tiempos, la igualdad, y se encuentran ahora con un preboste que él mismo ya no se siente igual que los demás, pero que, por añadidura, acepta el argumento del hecho diferencial para construir una sociedad artificialmente diferente, con españoles de primera, abundantes en privilegios políticos, económicos y sociales, y españoles de segunda –una clase inferior– que carecen de aquellos privilegios y que, por razón exclusivamente de permanecer en lugar común, además, tienen que sufragar las prebendas de que goza la clase privilegiada.

Rodríguez Zapatero, aceptando las pretensiones diferenciales de Cataluña, Navarra y el País Vasco, está construyendo una sociedad llamada al conflicto por una desigualdad maniobrada para saciar, sin consideración a su responsabilidad como presidente del Gobierno de la Nación, su propio ego, que no es otro que el de mantenerse en el poder; un ego que no es innato, resultado de su dignidad personal, sino que le viene dado por su posición al frente de la Presidencia del Gobierno. Nada será, pues, de extrañar si, terminada ésta, queda reducido a un pobre chico que tendrá que retirarse a algún apartado lugar y hacer oídos sordos a las opiniones que sobre él puedan venirle de sus conciudadanos; de los iguales.

La concesión de cualquier privilegio para unos y no para otros implica una actitud discriminatoria y sectaria. Ejercida ésta con la profusión a cómo la ejerce ZP, tiene uno que preguntarse qué queda, si es que algo queda en el discurso ideológico del socialismo. En la libertad nunca han creído, es más, me da la impresión que ni siquiera tienen una idea muy clara de lo que es eso de ser libre. Cuando han luchado contra una dictadura no ha sido para eliminarla sino para sustituirla, instaurándose en ella. La fraternidad es un concepto esotérico o como mucho un aspecto místico difícil de describir. Y cuando quedaba ese resquicio de apelación a la igualdad, viene el señor Zapatero y la pisotea hasta aniquilarla, eso sí, con ese gracejo que le caracteriza como constante en su vida de negar la evidencia más clamorosa.

Yo me pregunto, entre sus más próximos, ¿no habrá nadie con dignidad suficiente como para afearle esas conductas, abandonándole en la travesía si no presta oídos a las argumentadas razones? ¿Es posible que sus ministros y colaboradores se tengan en tan poca estima que no se avergüencen cuando se reconocen ante el espejo? Por mucho menos, el presidente Obama se está quedando sin equipo económico ante la desbandada de sus colaboradores, empezando por la presidenta del Consejo de Asesores Económicos, Sra. Romer, y siguiendo por el Sr. Summers, responsable del Consejo Económico Nacional, también el director del Presupuesto Sr. Orszag... Bien es cierto que ellos son americanos y, en aquel país, la propia estima tiene un valor muy alto, y, además, les esperan sus universidades con los brazos abiertos, situación bastante distinta del caso patrio, donde fuera de la política la mayoría carece de oficio o beneficio.

Pero digo yo, recordando un pasaje bíblico, ¿no habrá un solo varón justo entre toda la corte de Zapatero, capaz de dar un portazo, a ver si el ruido despierta al presidente y entra en cordura? Mal lo veo, pero la esperanza es lo último que se pierde.

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