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José T. Raga

Y van tres años

Un presupuesto sobre el que no existe la mínima confianza de realismo es un presupuesto vacío de contenido, es un presupuesto que carece de capacidad para ejercer una función presupuestaria, en definitiva, es un presupuesto inexistente.

Sí, parece increíble, pero ya son tres años los transcurridos sin presupuesto y, tal como se ven las cosas, como Dios no lo remedie, queda todavía un trecho por discurrir, que se promete largo. Se preguntarán si es que en el Gobierno no hay nadie que tenga sentido común –nada más que sentido común–; yo estoy convencido de que los hay, es más, alguno incluso me consta que tiene algún conocimiento económico, lo que unido al sentido común, da un producto –"sentido económico"– que suele ser muy recomendable para las decisiones políticas y, más aún, para las de política económica. Dado todo ello como lo mejor de lo posible, llego a una conclusión, que preferiría que fuera errónea, y es que el sinsentido está en el señor presidente, el cual es capaz de lastrar y anular cualquier sentido económico y también cualquier sentido común.

Yo lo entiendo. El presidente está en otro mundo. La tierra, las personas, sus problemas, quehaceres y carencias corresponden al pueblo llano; de hecho no están presentes en el Palacio de la Moncloa. Por eso, los que tienen el privilegio de estar elegidos para ese otro mundo, no pueden perder el tiempo en lo simplemente terreno. Se me ocurre imaginar qué cara habría puesto un patricio o un tribuno romano, si un esclavo o, simplemente, un plebeyo, hubiera tratado de contarle sus problemas, o su visión de los hechos que estaban acaeciendo. Ni siquiera es que los primeros no quisieran escuchar a los segundos, es que no había conexión alguna ni entendimiento posible.

Nos preparamos, como digo, para un tercer año sin presupuesto. Y ahora supongo que el que se tiene que explicar soy yo. Ya sé que hay un documento, en algún tiempo en papel impreso y hoy en un pen-drive, que siempre es más cómodo, en donde aparecen unas cifras de ingresos y de gastos, a los que llamamos "Presupuestos Generales del Estado"; pero dado que todos somos conscientes de que los ingresos que allí figuran poco o nada tienen que ver con los que ya desde hoy se consideran como más probables, y que los gastos que se prevén se alejan mucho de la realidad más previsible, se pregunta uno qué es aquello, que no sirve ni siquiera de guía para lo que se supone que se va a producir. Pensemos que desde que alumbra la hacienda keynesiana, el Presupuesto del Público es algo más que una cuenta, para convertirse en un instrumento de política económica accionado desde la política fiscal. Mientras tanto, para nosotros el presupuesto es lo más parecido a una exhibición de juegos malabares.

Un presupuesto sobre el que no existe la mínima confianza de realismo es un presupuesto vacío de contenido, es un presupuesto que carece de capacidad para ejercer una función presupuestaria, en definitiva, es un presupuesto inexistente. Por ello me reafirmo en que será el tercer año en el que el presupuesto ignora la situación económica española, europea y mundial; que se formula porque hay que formularlo, y se aprueba porque algunos votos tienen precios, aunque caros, asumibles si los hacemos recaer sobre las espaldas de todos los españoles.

A decir del presidente, lo peor de la crisis ha pasado ya, al menos desde hace casi un año, mientras la vicepresidenta primera asegura que estamos en lo más álgido de la crisis. La OCDE advierte a España de que anda por mal camino; la Comisión Europea advierte y conmina a nuestro país para afrontar reformas que puedan ofrecer una salida viable a la crisis; el Fondo Monetario Internacional vaticina que España será el último país en salir de la crisis y que cuando eso ocurra –si es que vivimos para entonces– tardará al menos un lustro en remontar y recuperar la situación de origen. Bien es verdad que la vicepresidenta económica se ha apresurado a aclarar que el FMI lo que ocurre es que no tiene toda la información y por eso es tan derrotista. ¡Qué distinto sería el informe si los funcionarios del FMI fueran Directores Generales en la Administración Española! ¡Cómo osa opinar el FMI estando por medio la señora Salgado!

El mismo Gobernador del Banco de España se ha visto obligado en una apelación responsable, a mostrar la que se avecina. Ha dicho algo así como que el año que viene, el Estado, gastará dos euros por cada euro que ingrese. Esto sólo tiene un resultado, al que la lengua española reconoce como bancarrota. Menos mal que al quite estaban los peones Toxo y Méndez, que con una serie de frases inconexas y con una argumentación que ni siquiera se admitiría en la enseñanza primaria, han tratado de descalificar al señor Fernández Ordóñez, afirmando sin recato que las reformas laborales que se han realizado no han generado empleo.

Yo hubiera preferido no comentar esta afirmación, porque nunca me tomo en serio lo que dicen los sindicatos. Lo que ocurre es que en ocasiones, hay manifestaciones que hacen hablar a los muertos. ¿Se puede hablar de reformas laborales, cuando la legislación vigente –sobre todo en materia de resolución del contrato de trabajo– es en su esencia la Ley del Contrato de Trabajo franquista de 1944; que seguimos en la negociación colectiva con sus perversos efectos; que, efectivamente se introdujo como reforma el derecho a la huelga –tan bien instrumentado por los sindicatos– pero que sin discutirlo en este momento, tenemos que reconocer que no ha servido para generar empleo, sino más paro? Pues, nada. Los sindicatos pontificando sobre lo que es su negocio: determinar el trozo de tarta que les corresponde de eso que todo el mundo llama presupuesto.

Quisiera terminar con una afirmación solemne: sólo me siento afortunado por no ser interventor, ni consejero del Tribunal de Cuentas, ni cargo alguno relacionado con el control de cuentas del Estado, porque ¡cualquiera controla eso! Controlar el caos tiene que ser una tarea harto complicada.

En fin, espero que al menos podamos seguir viéndonos, eso es barato, no daña a nadie y, además, por ahora no paga IVA.

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