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José Vilas Nogueira

Ministros y ministras, ¿por qué no os calláis?

Todos sabemos que el papá de Salgado fue un alto jerarca del franquismo. Como en el caso de De la Vega, el ex ministro Bermejo y tutti quanti, estos campeones de la memoria histórica cultivan una singular desmemoria en cuanto a sus antecedentes familiares

La ministra de Economía concedió una entrevista a El Mundo. No suelo perder el tiempo con tan ruin literatura. Pero uno de los destaques que hace el diario de sus declaraciones me llamó poderosamente la atención, así que hice una excepción. Y fui recompensado. He comprobado que la señora Salgado es tan magra de inteligencia como de carnes. Preguntada sobre el futuro de la energía nuclear en España, la ministra la excluye radicalmente, porque tanto ella como sus colegas de Gobierno, el menguado del presidente y sus devotos, creen en otras energías, que son energías para la paz, renovables y respetuosas con el medio ambiente. Con tan peregrino argumento, con tal injustificada identificación entre la energía nuclear y su utilización necesariamente bélica, habría que clausurar también las unidades de medicina nuclear, presentes en tantos hospitales (como debería saber la ministra, que antes que de Economía, lo fue de Sanidad), así como los sofisticados instrumentos de observación cósmica que utilizan la energía nuclear, etc.

En sus tiempos iniciales (últimamente ya habla poco de él) el presidente justificaba sus desvaríos por la memoria de su abuelo fusilado por los nacionales durante la guerra. Dejando ahora al margen la oscura trayectoria de este abuelo, alguna coherencia puede encontrarse en la argumentación. Pero muchos de sus ministros y de otros devotos de Zapatero menos relevantes muestran una desfachatez sin límites y una clara vulneración del cuarto mandamiento. Naturalmente, es perfectamente legítimo que los hijos adopten posiciones políticas diferentes, y aun opuestas, a las que tuvieron sus padres, dadas su temporalidad y contingencia, pero un mínimo de piedad filial no les autoriza a deformar, falsificar o, simplemente, ignorar, las posiciones de estos. Preguntada la ministra por las críticas del PP al proyecto de Ley de Economía Sostenible contesta, entre otras cosas, que el señor Montoro incluso ha dicho que le recuerda el franquismo. "De franquismo seguro que él sabe más que yo...". Pues, señora ministra, no es tan seguro. Desconozco la posición política (si tuvo alguna) del padre de Montoro. Tampoco sé que el hijo hubiese jugado papel político alguno antes de la transición a la democracia. En cambio, todos sabemos que el papá de la ministra fue un alto jerarca del franquismo. Como en el caso de la vicepresidenta De la Vega, el ex ministro de Justicia Bermejo y tutti quanti, estos campeones de la memoria histórica cultivan una singular desmemoria en cuanto a sus antecedentes familiares.

Y así, necedad tras necedad, la ministra despliega una abrumadora demostración de incompetencia. El pueblo soberano debería interpelar a Zapatero, sus ministros y ministras, y a los zapateros subordinados: "¿Por qué no os calláis?". Pero no puede hacerlo; ha abdicado de su soberanía.

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