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Juan Carlos Girauta

Algo no cuadra

Todo empezó en los ochenta en Barcelona, cuando los peluqueros pasaron a ocupar el lugar de los intelectuales mientras los intelectuales de verdad pasaban a no ser nada

A Montilla le parece cómico lo que dice Rodríguez Ibarra sobre el cuadro flamenco, el pillaje y todo lo demás. Pero qué quieren que les diga, a mí lo que me resulta desternillante es que el ministro de Industria tenga que asumir tanto protagonismo en el plan Maragall, plan completamente nacionalista que, como tal, no puede evitar el reparto de certificados de catalanidad: buen catalán, mal catalán. Reconozcan que es un tanto desconcertante lo de este cordobés. Sin embargo, cualquier cosa parece normal en el PSC si el PSC se lo propone.
 
Al mundo imaginario del trabajo incansable (y ajeno), y de la pulcritud fabril que acompaña a todo socialismo nominal o real, se le suma aquí, en confuso montón, otro mundo que es un tanto invertido (en cuanto a valores). Todo empezó en los ochenta en Barcelona, cuando los peluqueros pasaron a ocupar el lugar de los intelectuales mientras los intelectuales de verdad pasaban a no ser nada y la nada real tomaba cargos, subvenciones y prebendas sin cuento. Eran los años del carné en la boca y de las plazas duras, cuando empezaron a cogerle gusto, vaya usted a saber por qué, a levantar grandes falos por la ciudad. En el Parc de l’escorxador hay uno tremendo de Miró que las turistas observan con sonrojo. Pero para tranca no disimulada la del nuevo rascacielos de AGBAR. Qué obsesión tienen. Pero me estoy yendo de tema.
 
Decía que Maragall creó otro mundo imaginario y superpuesto al anterior cuando era alcalde de Barcelona, cuando se le subieron los Juegos Olímpicos a la cabeza, cuando daba saltitos muy contento con un largo abrigo; cuando se puso a condecorar a Porcioles, quizá para agradecerle los homenajes que el ayuntamiento franquista de Barcelona le había hecho a su abuelo (Adéu, Espanya) desde 1960, o las cenas que ofrecía a familiares y estudiosos del poeta en el Palacete Albéniz para honrar la memoria del preclaro Joan Maragall, quien para glosar el sentimiento catalanista dejó escrito: "Lo característico de este sentimiento es ser a la vez un amor y un desamor: un amor a Cataluña, que es desamor a Castilla; siendo muy de tener en cuenta que el desamor es la levadura popular del catalanismo."
 
Y también: "La nueva civilización es industrial, y Castilla no es industrial; el moderno espíritu es analítico, y Castilla no es analítica; los progresos materiales inducen al cosmopolitismo, y Castilla, metida en el centro de naturaleza africana, sin vista al mar, es refractaria al cosmopolitismo europeo." A este cerebro rendían homenaje las autoridades franquistas en 1960. ¿Qué pasa, que no les cuadra a los jóvenes lectores? Ya, es como la escena del gato de Matrix, que tampoco cuadra y precisamente por eso permite descubrir todo el pastel.

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