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Juan Carlos Girauta

Caen los frutos (podridos) del primer tripartito

Maragall, que no da una, vaticinó que habría OPA y que habría estatut. Pues ni una ni otro.

Al Gobierno y sus amigos les ha molestado que se imponga esa chorrada del derecho a un juez imparcial. Ellos lo enfocan de otra manera, mezcla de chalaneo y juego de los chinos amañado: ¡Yo digo seis! ¿Cinco? ¿Cómo que cinco? ¡Las cuentas no salen, chato! Hábiles en la magia de proximidad, piensan sacarse una moneda de la manga y colocarla en la mano del contrario sin que se dé ni cuenta, mientras lo dejan sin reloj y sin corbata y, en una fracción de segundo, le encuentran un as de bastos detrás de la oreja, un naipe con la cara de Pepiño Blanco.

Maragall, que no da una, vaticinó que habría OPA y que habría estatut. Pues ni una ni otro. Podría haber acertado si hubiera hecho las cosas de otro modo. Aún no tenemos el cuadro completo del desastre que el primer tripartito supuso para Cataluña, para España toda y para la convivencia. Quizá la visión de conjunto sólo la posea el propio don Pasqual –ahora metido en carreras espaciales–, que tuvo un fin como el de Anthony Quinn en Zorba el Griego y afrontó su estropicio con unos pasos de sirtaki: ¿Habías visto, zetapé, un fracaso más esplendoroso?

Así como se ha confirmado que las presiones políticas y el victimismo no bastan para quedarse un gigante energético sin soltar un euro (o soltando justo lo que se obtiene de la venta de un trozo del gigante), quedará claro que el estatut de la discordia es inconstitucional de arriba abajo. Salvo que medie el fraude de ley que propone ERC y... abracadabra... aparezca otro magistrado en el Constitucional. Y eso si no se echan al monte, o a la playa, al grito de desperta ferro!

Mantengan la calma, queridos socialistas, rojiverdes y republicanos. Ahora que todo quedará en nada, reflexionen sobre lo que hicieron. Aprendan de la experiencia y no olviden que en una sociedad abierta –incluso tan enferma de progresía y tan irrespetuosa de la ley como la nuestra– no es posible demolerlo todo, proscribir al primer partido de España y cambiar el modelo de Estado por la vía de los hechos consumados.

Aquel Gobierno infausto, nada más estrenarse, prefiguró la estrategia de Rodríguez, que llegaría a La Moncloa pocos meses después: los Pactos del Tinell son el precedente del "cordón sanitario"; la entrevista del presidente de la Generalidad en funciones con los jefes de la ETA, y la subsiguiente tregua catalana, anticipan el "proceso" gubernamental de rendición.

Atención a estas notas de un conseller de ERC: "La entrevista con la ETA es un error de dimensiones estratosféricas; un miembro del Govern no puede ir a hablar con un grupo de encapuchados. Técnicamente está desaparecido y secuestrado". Coincide con lo que dijimos aquí, pero lo escribió un compañero de partido, y de gobierno, de Carod. ¿Otro enemigo de Cataluña?

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