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Juan Carlos Girauta

China la ha pifiado

Pero a China se la ha ido la mano. No en la represión, que no importa una higa a nadie, sino en la marginación de la niña cantante bajo excusa, por lo demás falsa, de fealdad. Occidente puede tolerarlo todo, pero no eso.

Esconder por fea a la graciosa Yang Peiyi, que canta como un ángel, ha sido la decisión más estúpida de las autoridades chinas en los Juegos Olímpicos de la infamia. Citius, altius fortius: más rápida la claudicación de las democracias, más alta la cota de la ignominia, más fuerte que nunca la represión. La niña, por supuesto, no es fea. Lo feo es un régimen sin división de poderes y de partido único (bien, hay unos tolerados partidillos de feria que no alteran la condición). Y, más que feo, monstruoso es que para preparar los Juegos se haya trasladado a un número indeterminado de activistas a centros secretos de detención. Y que no se hayan depurado aún responsabilidades por la masacre de la Plaza de Tiananmen. Y que las familias de los ejecutados paguen la bala de su fusilamiento.

Esta es la era de las democracias estupefactas. La ciudadanía de nuestros estados democráticos está paralizada en su opulencia, oronda, ahíta, sin reflejos, aquejada de mala conciencia crónica, enferma de corrección política, presa de obsesiones compulsivas relacionadas con autolesionarse (perjudicar los propios intereses una y otra vez). Esta es la era de la Europa inexistente que ve violar a Putin todas las leyes, bombardear un Estado prooccidental que llamaba a las puertas de la OTAN sin despertar a unos guardianes sumidos en el sueño cataléptico de un mundo finiquitado. Esta es la era propicia para que cualquier criminal investido de poder y dispuesto a avanzar un paso en sus planes, avance tres: el que da por sí más los dos que el Occidente democrático le regala de ventaja para que no vuelva a hacerlo.

Por eso ningún abuso del régimen chino merece la protesta o la denuncia de nadie, con la ligera salvedad de los dos únicos gobernantes que no se engañan con respecto a la naturaleza del poder: Bush, que está yéndose, y Sarkozy, que está llegando. Apenas nada. Pero a China se la ha ido la mano. No en la represión, que no importa una higa a nadie, sino en la marginación de la niña cantante bajo excusa, por lo demás falsa, de fealdad. Occidente puede tolerarlo todo, pero no eso.

Si la dueña de la voz ha sido escondida, caerán biombos, telones o muros; hay que conocer su rostro. Ah, fíjate, pues la niña era mona. ¿Y si no lo fuera? Los artistas se pueden permitir ser feos. Nadie está acaparando más portadas y páginas en los medios que una cantante en los huesos, la tez cerúlea, los brazos acribillados y el hígado en alcohol, que acude a las fiestas con pañales porque se lo hace todo encima. Occidente ha perdido cuanto le distinguía, salvo la veneración por el artista. China la ha pifiado.

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