Si el adanismo caracteriza al presidente del gobierno, no es de extrañar que el cainismo prospere entre su prole partidaria. Esa bromita de Blanco el Capaz acerca de dialogar incluso con el PP es el más claro aviso de que los socialistas ya esgrimen la quijada y se acercan por la espalda al partido de Rajoy, donde muchos se creían, a pesar de todo, hermanos de los socialistas siquiera en el País Vasco, víctimas como han sido y como son del mismo entorno irrespirable.
Tratar mejor a la ETA que al PP bien pudiera deberse a un contagio causado por la inquietante cercanía de la Esquerra. Existe un gran tripartito que, como una mancha de aceite, se va extendiendo por toda la nación desde que la primera gota cayera en Cataluña. Son sus miembros, claro, los socialistas, los criptocomunistas verdes y el magma separatista periférico. Si los separatas de turno son en algún caso una banda asesina, o sus apoderados, pues qué se le va a hacer.
En eso consistía finalmente la estrategia de Zapatero para perpetuarse en el poder, rediseñar la estructura territorial de España sin el concurso del PP y, a partir de ahí, inundarnos de dulces sonrisas y tiernas palabras. Con la unidad del poder judicial quebrada y con renovados estatutos de autonomía al borde de la soberanía compartida. Para amenizarlo, una larga fiesta de “recuperación de la memoria histórica”, exhumaciones selectivas, derribos varios, descabalgamientos y revisión de polvorientos sumarios. Una gozada.