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Juan Carlos Girauta

CiU se echa al monte

Hay quien ignora, a estas alturas del desgajamiento catalán de España, que si los Montilla y los Carod pueden hacer lo que hacen es porque, previamente, CiU amamantó una generación en el resentimiento y el victimismo.

Cansa recordar de nuevo el precio de la “construcción nacional” de CiU durante su cuarto de siglo de poder. Hay quien no se ha enterado todavía del masivo despliegue de políticas contrarias al individuo, llenas de furor identitario y desconfianza en la sociedad. Hay quien sigue engañado, y cuando dice “Cataluña” piensa en la realidad virtual levantada a golpe de presupuesto. Desconocen la clientelización de todos los sectores influyentes a fin de solapar, primero, y suplantar, después, a la sociedad catalana. Hay quien aún no se ha enterado de que CiU es una formación antimoderna, que nace en 1974 para enraizar con el nacionalismo romántico, con todos sus lastres y prejuicios.

Hay quien ignora, a estas alturas del desgajamiento catalán de España, que si los Montilla y los Carod pueden hacer lo que hacen es porque, previamente, CiU amamantó una generación en el resentimiento y el victimismo. De paso, patrimonializó la administración que le correspondía desarrollar, identificó sus siglas con Cataluña y Cataluña con Jordi Pujol. Lo que es peor, hay quien cree que la “U” de CiU representa la sensatez y la lealtad: Duran, un hombre moderado.

El documento presentado el 20-N por Artur Mas propone la refundación del catalanismo. La visión que lo informa queda clara al evocar las raíces: "España había perdido sus colonias exteriores, pero no estaba dispuesta a perder sus 'colonias interiores'." Por muchas comillas que le ponga, colonia quiere decir colonia: territorio dominado y administrado por una potencia extranjera. Considera Mas, con todo, que el catalanismo ha conseguido lo que se había propuesto, y es de agradecer que reconozca que “en su nombre se han dicho sandeces (bestieses), se han cometido errores e incluso se ha hecho el ridículo en más de una ocasión”.

Sin embargo, Mas no advierte el error capital de su propuesta de refundación, la inviabilidad de la primera y última de sus bases:

Primera: “Donde el catalanismo buscaba la pervivencia de la nación, hemos de sustituirlo por la nación plena”. (Si alguien no entiende el significado de “nación plena”, lo doy por inútil).

Última: “Allá donde se hablaba de autonomía o autogobierno, hemos de hablar del derecho a decidir por nosotros mismos sobre aquello que nos es propio” (Por nuestra propia parte, podría añadir para acabar de enfocarse el ombligo.) Significa autodeterminación.

¿Qué? ¿Todavía no? Pues vea cómo despacha Mas la relación de poderes institucionales que establece la Constitución: “La decisión de un pueblo expresada democráticamente en las urnas [se refiere al Estatuto] está en manos de un tribunal incompetente y groseramente manipulado [se refiere al Tribunal Constitucional]”. Previendo la sentencia adversa, anuncia una consulta popular y, si no se autorizara, una resolución del Parlament y un govern de concentración. O sea, CiU se echa al monte, si es que alguna vez bajó de él.

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