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Juan Carlos Girauta

Cuba y Cataluña: gobiernos desaparecidos

Según Presidencia, Maragall pasó el fin de semana en su despacho ocupado en la gestión de la crisis. No opinan lo mismo cuantos vieron su coche, sus escoltas y los coches de sus escoltas frente a un restaurante ampurdanés.

El posible vacío de poder en Cuba, tan inquietante para algunos hoteleros españoles como halagüeño para las familias de sus proveedoras isleñas de servicios a los turistas, se alimenta por la repentina desaparición física de los hermanitos Castro. El presidente de una cámara que simula un parlamento insiste en que Fidel está más vivo que nunca pero, ¿cómo no van a tener todos los súbditos la mosca detrás de la oreja, y todos los reclusos la esperanza detrás de la reja, si el régimen es incapaz de aportar una triste fotografía del comandante o una miserable grabación de su cautivadora voz? ¿Cómo no levantar un interrogante tan grande como Cuba cuando el sustituto, heredero o replicante de Fidel –el "señor Raúl" de Moratinos– también está desaparecido? ¿Habrán muerto juntos del mismo modo que se echaron juntos a la sierra?

Algo similar nos preguntábamos los catalanes este fin de semana cuando una horda se lanzó a las pistas de El Prat poniendo en serio peligro la seguridad aérea; llegaron a concentrarse más de treinta aviones sobrevolando el aeropuerto sin poder aterrizar. Más hermanados que nunca con los cubanos, trazábamos aquí nuestro propio interrogante, que nadie ha sido capaz de responder. Permanece ignoto el motivo por el cual el delegado del Gobierno Joan Rangel permitió con su pasividad que se prolongara durante tantas horas la situación. Desde las nueve y media de la mañana hasta las seis y media de la tarde, en que fueron por fin desalojados por la Guardia Civil, asilvestrados espontáneos (sospecho que tanto como los manifestantes del 13-M) camparon por sus respetos provocando todo tipo de problemas a Barcelona y a varios aeropuertos españoles y franceses, obligados a acoger a las aeronaves desviadas.

Respecto a esa institución que creíamos gobernaba Cataluña, y que recibe el ambicioso nombre de Generalidad, más de lo mismo: ausencia, silencio, nada. Según Presidencia, Maragall pasó el fin de semana en su despacho ocupado en la gestión de la crisis. No opinan lo mismo cuantos vieron su coche, sus escoltas y los coches de sus escoltas frente a un restaurante ampurdanés. Mientras, el conseller y portavoz del govern, Joaquim Nadal, asistía a un concierto de Gilberto Gil en Calella de Palafrugell. Los socialistas del gobierno central, competente en la materia, y los socialistas del gobierno autonómico, ávidos pretendientes de la competencia, estarían de vacaciones o meditando; lo seguro es que no estaban donde se les necesitaba y no hacían lo que debían.

Tras tanto mutis por el foro, resta la fundada sospecha de que habría sido precisamente el gobierno de la Generalidad el que presionó a AENA para que Iberia no se hiciera con la concesión del la asistencia en tierra ohandlingde El Prat. De modo que Maragall se habría escondido por temor a que alguien invocara el apotegma penal según el cual "la causa de la causa es la causa del mal causado".

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