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Juan Carlos Girauta

Dobles obediencias, triples fidelidades

Es ya un hecho que el PSC es, a todos los efectos, un partido diferente del PSOE. En los estatutos internos siempre ha sido así, pero ahora ese viejo apaño interno tiene consecuencias reales inmediatas

“El Parlament de Cataluña manifiesta su total apoyo a la Constitución Europea como marco jurídico de convivencia dentro de la Unión Europea y, en este sentido, emplaza a los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña a ratificarla participando con su voto en el referéndum que se ha convocado para su aprobación”. Este es el aséptico texto de la moción contra la que ha votado el PSC en la cámara autonómica. Después de este alineamiento del partido de Pasqual Maragall con ERC y en contra de todas las tesis que defiende el PSOE, es de esperar que ningún socialista vuelva a afirmar que Rajoy habla por la boca pequeña cuando pide el en el referéndum. En el caso de que así sea, ellos ya no pueden denunciarlo.
 
Por otro lado, el mismo día en que esa moción se rechazaba, la Junta Electoral Central avaló las pretensiones del PSC en cuanto a su tratamiento televisivo de cara al referéndum. Es ya un hecho que el PSC es, a todos los efectos, un partido diferente del PSOE. En los estatutos internos siempre ha sido así, pero ahora ese viejo apaño interno tiene consecuencias reales inmediatas. Una de ellas es que la televisión pública deberá tratar al PP como lo que es: el primer partido de España. Otra es la constatación de que el PSC está dispuesto, cuando lo considere conveniente, a plantear recursos ante organismos públicos en contra de los criterios del PSOE. Sólo es cuestión de tiempo que el socialismo catalán vuelva a tener grupo parlamentario propio en las Cortes. Cuando eso llegue, no habrá ningún argumento capaz de impedir que los socialistas vascos gocen del mismo privilegio.
 
Son señales de descomposición orgánica de uno de los dos partidos sobre los que ha girado la estabilidad política española. Si como resultado del reciente pacto Zapatero-Rajoy empiezan a surgir discrepancias con Maragall sobre el nuevo estatuto catalán, la especificidad del PSC, con su sistema de dobles obediencias (PSC, PSOE) y triples fidelidades (PSC, ERC, PSOE), y con su propia agenda de grandes cambios, marcará el inicio de un conflicto de muy difícil resolución.
 
Es cierto que por el momento la voluntad de Maragall es proponer al Congreso un proyecto que pueda asumir no sólo el PSOE sino también el PP. Pero no lo es menos que resulta casi imposible imaginar al socio republicano ajustando sus pretensiones a ese deseo de momento aparentemente compartido por Maragall y Zapatero, por un lado y por Piqué y Rajoy, por otro.
 
Se mire como se mire, la principal garantía de estabilidad institucional desde la transición ha sido la existencia de dos formaciones de ámbito nacional en cuyo seno caben todo tipo de matices y de enfoques autóctonos, pero no las dobles obediencias. Algunos han recordado la relación PP-UPN, pero los espacios electorales que corresponden a los navarros sólo mostrarán la propaganda que se envía desde la calle Génova.

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