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Juan Carlos Girauta

¿Dónde estaban las televisiones?

Que sigan así, y la inexistente realidad pasará por encima de ellos, de su solipsismo, de su agit-prop y de su administración partidaria de la verdad

Si una televisión pública no cubre una manifestación de un millón de personas en la capital, esa televisión es una porquería en términos periodísticos, un mero brazo propagandístico del Gobierno en términos políticos y un ente dedicado a la censura. El futuro que merece pasa por la clausura o por la venta, a ser posible a pedazos. Si una televisión privada incurre en el mismo error inconcebible, será muy libre de hacerlo, pero se retrata.
 
El canal que el trece de marzo del año pasado consideró necesario enviar cámaras y comentaristas —y mantener una conexión permanente con la calle Génova— porque unos centenares de personas se echaron a la calle, consiguiendo con su cobertura que los centenares pronto fueran miles, ha ignorado la marea humana de este sábado. Confían en esas supersticiones posmodernas acerca de los medios como conformadores de la realidad, trasunto del relativismo cognitivo, o directamente del solipsismo, que reputa que la realidad exterior no existe; que cree, en serio, que depende de nuestras percepciones. Que sigan así, y la inexistente realidad pasará por encima de ellos, de su solipsismo, de su agit-prop y de su administración partidaria de la verdad.
 
Parece que la televisión autonómica de Madrid sí se ha ocupado de la insignificancia, de la casual presencia de un millón de ciudadanos en las calles. Suerte que tienen. En Barcelona, yo cambiaba y cambiaba de canal, y nada. Algo me dice que hubiera bastado un pequeño altercado, una riña, unos golpes, para que todos esos medios audiovisuales consagrados a conformar la realidad a su medida se echaran a la calle en busca de las pruebas definitivas de la infamia que vienen esparciendo: el carácter abrupto, incontrolado y fascistoide de las víctimas del terrorismo y de quienes los apoyan más allá de la retórica.
 
¿Dónde estaban las televisiones? En la Primera salía Alfredo Landa en calzoncillos. Lo más parecido al franquismo de los sesenta es el concepto de libertad de los que hoy manejan los resortes del poder gracias, entre otras falsedades, a su discurso neoantifranquista. Ha vuelto la censura, esta vez sin complejos.

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