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Juan Carlos Girauta

El auténtico terrorismo incendiario

Lo propagaron desde el alcalde de Santiago hasta los juntaletras del presidente sesteante. Y ahora, todos de la manita, bajan otro escalón: nosotros no lo dijimos, nunca hablamos de tramas. Quizá lo pensaron pero no lo dijeron, apunta, cachondo, El País.

El que ahora lo nieguen no es sino un escaloncito más que descienden. Unos centímetros más de hundimiento, que no equivale a pérdida de votos porque a veces chapotear en la cloaca resulta de lo más rentable. Véase el 13-M. Pero sabemos la verdad los suficientes: de entrada, cuantos leemos los diarios y no padecemos amnesia voluntaria.

Lo dijeron, vaya si lo dijeron. Había una trama organizada de terroristas forestales que servían a los intereses de hombres que no soportaban haber perdido el poder. Los del PP, que detestan el color y son amigos de la oscuridad y de las cenizas. Frente a su criminal vileza, se erguían humanizados y contundentes, como la obrera de un cartel del Frente Popular, como estatuas de campesinos soviéticos enarbolando la hoz y el martillo, como puños de hierro y de justicia roja, los extintores. "Los extintores son rojos", deponían.

Lo sostuvieron y mantuvieron y difundieron. ¡Y cómo! Carteles de Nunca Máis con la leyenda "PPirómanos" y el lema "Rajoy debe morir" en las manifestaciones. Por cierto, ¿dónde está la policía? ¿A cuántas detenciones se ha procedido? ¿No merecen estas amenazas de muerte al líder de la oposición al menos el mismo tratamiento que el papelito con Carod en la horca que portaba aquel anciano salmantino?

Se aferraron a ello, por supuesto. Y lo hicieron a conciencia, para eludir, como siempre, sus responsabilidades, su inoperancia, su negligencia, sus dilaciones, sus vacaciones, su sectarismo, y sus certificados de gallego normalizado. Se agarraron a un clavo ardiendo con el que ardió de paso casi el 3% de Galicia. Por su culpa. Por su grandísima culpa.

Lo escupió la lamentable Narbona, que sí creía en una "trama organizada": "Uno no puede no pensar en que hay una organización detrás", pues eran "demasiados incendios, demasiado seguidos y demasiado próximos a núcleos habitados". Lo expelió Rubalcaba, calamar gigante, con su chorro de tinta habitual. Calificó los incendios de "estratégicos" y la detención de un miembro de las brigadas de extinción como "paradigmática" y como "un ejemplo que vale por mil palabras". Su "conclusión necesaria" era: "quien prende fuego sabe lo que hace, lo hace en sitios complicados por la noche y afectando a cercanías de las ciudades, algo no habitual". Tinta de calamar.

Lo propagaron desde el alcalde de Santiago hasta los juntaletras del presidente sesteante. Y ahora, todos de la manita, bajan otro escalón: nosotros no lo dijimos, nunca hablamos de tramas. Quizá lo pensaron pero no lo dijeron, apunta, cachondo,El País. Así son. Sigue en sus trece, al menos, convocando obcecadas manifestaciones contra terceros, en su bravura silvestre,Nunca Máis. Con su terrorismo incendiario.

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