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Juan Carlos Girauta

El Rey nos tranquiliza

No creo estar estirando las palabras de don Juan Carlos al entender que está tomando partido, implícitamente, en varios de los conflictos que han agitado a la ciudadanía en los últimos años.

No divaga el presidente, sabe lo que hace y hacia dónde va. Esta es la mitad del sorprendente mensaje del Rey sobre Zapatero. La otra mitad es que el presidente es íntegro y recto. El Jefe del Estado, como cualquiera, tendrá una opinión sobre cada personaje y sobre cada asunto de interés público. Lo peculiar es que esta vez emite su opinión personal ante una periodista. El mensaje nace pues para ser difundido.

Al pronunciarse en estos términos sobre un presidente vivo y en ejercicio, el Rey hace una excepción. Y esa excepción contiene un aval explícito que desborda el respeto institucional. No creo estar estirando las palabras de don Juan Carlos al entender que está tomando partido, implícitamente, en varios de los conflictos que han agitado a la ciudadanía en los últimos años.

Muchos creímos que la negociación del Gobierno con ETA era una estrategia insensata y oportunista, carente de realismo y –en el mejor de los casos– inconsciente de consecuencias tan nefastas como el reforzamiento de los terroristas, su legitimación y la de su causa, el aprovechamiento de las concesiones apuntadas por parte de cualquier independentismo (piénsese en cómo Ibarretxe calca ahora las ofertas del Gobierno a la ETA). Pero el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, nos comunica que el responsable de ese proceso sabe lo que hace.

Cuantos vimos en el impulso zapaterino del Estatuto catalán un acto de profunda irresponsabilidad, el movimiento táctico de alguien dispuesto a cualquier cosa con tal de aislar al PP para perpetuarse en el poder (por ejemplo, a la cronificación de todo tipo de conflictos territoriales, como demuestra la actual polémica sobre financiación), sabemos por el Rey que los objetivos del impulsor estaban bien orientados y definidos.

Si en el acoso gubernamental a las víctimas del terrorismo, en los ataques y coacciones a la Iglesia, en la recuperación de categorías guerracivilistas bajo subterfugio de memoria histórica o en ese cordón sanitario que ya ha logrado sus fines de castración ideológica del adversario advirtió media España, con honda preocupación, la gestión de un disparatado revanchista consagrado a incendiar calculadamente la convivencia ("lo que nos conviene es que haya tensión"), hoy nos invita el Rey a un nuevo enfoque. Podemos bajar la guardia porque Zapatero sabe muy bien lo que hace.

Menos mal que todo lo anterior, además de hacerse con conocimiento de causa y previsión de futuro, es obra de un hombre recto e íntegro, porque tenía toda la apariencia de tratarse de un cambio de régimen erigido desde la quiebra del imperio de la ley y el más maniqueo sectarismo. Gracias al Rey nos quedamos más tranquilos.

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