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Juan Carlos Girauta

El secreto del Toisón de Oro

Las únicas elecciones que han conocido son las municipales de hace dos años. Sigan probando. Mientras, se mantienen las viejas costumbres, como amputar las manos a los ladrones y dar de latigazos, y eventualmente ejecutar, a los homosexuales. ¡Zerolo!

¿Cómo será el fascinante país de Abdulá, ese amigo de España distinguido con el Toisón de Oro? Se trata de una monarquía absoluta con veintitantos millones de súbditos. El jefe de Estado y de gobierno es el señor de las fotos, y el vicepresidente del consejo de ministros es su heredero, el príncipe. Una cosa moderna. En cuanto a los principales ministerios, están en manos de la misma familia al-Saud, apellido que da nombre al país.

A modo de ejemplo sobre su capital humano, el más destacado saudita de todos los tiempos es Osama bin Laden. Esto puede parecer injusto, pero tiene la principal virtud de ser cierto y la virtud secundaria de resaltar los rasgos comunes entre el terrorista más buscado del mundo y su bonito país. Que son: el primero no se explica sin el segundo; ingentes cantidades de dinero los impulsan; la intolerancia y el fanatismo religioso los distinguen; la extensión de lo anterior a la política, hasta contaminarla enteramente, los define.

Su Constitución es el Corán y la única norma real es la Sharia, puesto que las, digamos, leyes (que allí aprueba el consejo de ministros) deben ajustarse a una “ley” superior: la islámica. Una heroica policía religiosa controla la forma de vestir de las mujeres y otras posibles desviaciones, como pasear solas o fumar. El 30% de ellas son analfabetas, y el 15% de ellos. Tasas ciertamente inexplicables en tan rica tierra, pues sepan que su valioso capital humano, ya glosado, no habría desplegado su potencial sin el soporte de un desbordante capital financiero.

Gracias a los inagotables recursos del petróleo, el simpático reino ha llenado Occidente de mezquitas y escuelas coránicas en un empeño bastante curioso viniendo de quien prohíbe levantar cualquier iglesia cristiana o templo de ninguna otra religión que no sea la suya. Uno de los proyectos que más nos toca –por lo simbólico– ha sido poner una mezquita en el lugar exacto donde empezó la invasión musulmana el 27 de abril de 711. Qué detalle.

Las únicas elecciones que han conocido son las municipales de hace dos años. Sigan probando. Mientras, se mantienen las viejas costumbres, como amputar las manos a los ladrones y dar de latigazos, y eventualmente ejecutar, a los homosexuales. ¡Zerolo!

¿El secreto del Toisón de Oro? Ah, sí, lo encontrarán en una rara película de Tintín. O mejor en el libro de Cacho.

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