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Cuentan que antes de tomar decisiones importantes, Margaret Thatcher se preguntaba: ¿Qué haría la señora Thatcher en esta situación? Edward De Bono llamó a esto “sentido del estilo”;pero, más que con el estilo, el hábito tiene que ver con la voluntad de atenerse a los propios valores. Quizá Aznar haya imitado la práctica de la dama de hierro; aunque en tono de broma, dijo el lunes textualmente ante el Comité Ejecutivo Nacional del PP: Me voy a poner en plan Aznar. Estaba tratando de frenar las repetitivas intervenciones laudatorias de sus compañeros en una jornada en la que se había emocionado hasta las lágrimas. En este caso la autorreferencia sí aludiría al estilo.

Más interesante resulta constatar que el Partido Popular ha conseguido establecer algunos valores fundamentales que permiten al sucesor orientarse mediante su sola invocación. Esos valores se resumen en España y mercado. Es decir, la firmeza ante cualquier amenaza a la unidad de la nación y la estricta sujeción a los principios que han hecho posible el comportamiento económico de los últimos años, muy especialmente la estabilidad presupuestaria, el adelgazamiento del sector público y las paulatinas rebajas fiscales.

Los valores sólo cobran sentido cuando hacerlos prevalecer es arriesgado. Es su naturaleza, es lo que los distingue de la palabrería. En los próximos años, Rajoy se verá obligado a dar pruebas concretas de que los valores que permiten al Partido Popular la tranquilidad de la autorreferencia son tales, y no discursos adecuados para una cierta época. Los sectores únicamente interesados en el mantenimiento de la política económica deseaban ver a Rato como sucesor, y los que comprenden que la principal amenaza (también contra la prosperidad) es un ataque contra la estabilidad institucional como el que protagonizan PNV, CiU y el PSC, preferían la seguridad blindada de Mayor Oreja. Aznar ha optado por el hombre que, ante situaciones difíciles, se preguntará: ¿Qué haría José María en esta situación? Y seguramente ha acertado, porque tal pregunta equivale a otra: ¿Qué haría el Partido Popular...? La razón no está en autoritarismo alguno, sino en la circunstancia histórica de que a este inspector de Hacienda vallisoletano le tocara construir la organización política que la derecha española merecía y necesitaba. Es significativo que en su primera intervención como líder ante su gente, Rajoy se declarara carente de complejos, pues los complejos han sido el mal endémico de la derecha en democracia. A pesar del tópico, estos complejos no nacen de una mala conciencia del franquismo, sino que son consecuencia de la hábil y avasalladora propaganda de las izquierdas. Los complejos ya aquejaban, y cómo, a la CEDA durante la II República.

Rajoy ha presentado además esta feliz liberación ¡como la razón para no buscar diferencias con Aznar! Pujol lo ha comprendido pronto, aunque, evidentemente, para lamentarlo: Parece que no va a haber ningún cambio.

En el futuro, los dos candidatos excluidos de la sucesión pueden permanecer en el aparato como el mejor símbolo y el aval más solvente de los dos valores fundamentales, España y mercado, que dan sentido a esta sorprendente organización política, unida, convencida y segura, que Aznar modeló según sus personales convicciones. Por una vez, las prioridades del gobernante resultaron ser las de la mayoría del pueblo español, incluyendo a millones de individuos que jamás votarán al Partido Popular... por razones de estilo.


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