Lo cuenta Miguel Maura en Así cayó Alfonso XIII. Aprovechando la amistad de su hermano Honorio con el rey, don Miguel tuvo el detalle de despedirse de la monarquía antes de liar la de San Sebastián.
- Vengo a despedirme de Vuestra Majestad.
- ¿A dónde te marchas?
- Al campo republicano.
- ¡Estás loco! A ver, explícame eso.
Y Miguel Maura le explicó al rey que no era prudente dejar sola a la izquierda en el bando republicano, y que venía encontrando en el pueblo hostilidad o indiferencia hacia la alta institución. Alfonso respondió que, mientras él viviera, la monarquía no corría peligro. Pero Maura vaticinó: Mucho me temo, Señor, que antes de dos años se haya acabado la Monarquía en España. El rey se echó a reír. Los Borbones tienen un gran sentido del humor. La profecía autocumplida de Maura se materializó a los trece meses.
Nos vamos a cansar de leer y de oír cuán injusto es primar al varón en el orden sucesorio. No comprenden –o quizá sí– lo fácil que es pasar de ahí a desacreditar la preferencia del primogénito, igualmente injusta, y, por fin, a abominar de una jefatura del Estado hereditaria, es decir, de la monarquía. El peligro está en que el proceso se tiña del mismo color que Maura registró hace setenta y cinco años: la general indiferencia. Porque el rey asiste al embate contra lo que él representa sin alterar su discurso. Es posible que no pueda actuar de otro modo, o tema ser acusado de borbonear. O a lo mejor es cierto que la izquierda le gusta más que la derecha y no ve motivos de preocupación.
Se da por hecho, temerariamente, que la derecha española es monárquica, pero “derecha española” ya no es un concepto manejable. Para empezar, la derecha española no es de derechas en el sentido que le dan al término los analistas del gran poder. Sí es española, y al final esa seña de identidad, que coincide con buena parte de la izquierda, es la decisiva. Pero, ¿es monárquica?