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Juan Carlos Girauta

La ley, concepto discutido y discutible

Pásmense: el centrífugo Camps encarna la oficialidad en la derecha mientras el centrípeto Chaves encarna la de la izquierda.

Se puede llegar a entender que el presidente del Gobierno que insufló vida al Estatuto catalán acabara siendo premiado en las últimas elecciones generales por no pocos nacionalistas, "soberanistas" (sea lo que sea tal cosa) y declarados independentistas. Uno de los pilares de aquel Estatuto zapateresco es el principio de bilateralidad, esto es, la elusión de los foros multilaterales donde todas las autonomías deciden conjuntamente con el Estado, en favor de un tipo de relaciones privilegiadas de Cataluña con España, de la parte con el todo.

En su discurso de investidura, Zapatero lanzó dos mensajes contradictorios, algo muy en su línea. Por un lado, subrayó que la financiación autonómica se resolvería de forma conjunta, para todos a la vez (multilateralidad). Por otro, anunció la inmediata publicación de las balanzas fiscales, una vieja reivindicación nacionalista cuyo único sentido es cimentar y cargar de razón la bilateralidad, y con ella el trato diferencial para Cataluña a partir de la mayor contribución de esa comunidad.

Pero contengan lo que contengan las balanzas fiscales oficiales, la verdadera postura del presidente ha quedado establecida en el último comité federal del PSOE: no sólo está por la multilateralidad, sino que ha lanzado serias advertencias al PSC; Zapatero está profundamente molesto por el frente común que Cataluña y Valencia han formado en torno a la cuestión de la financiación.

Dejando aparte las reflexiones que suscita el papel de Camps, perfectamente coherente con la filosofía de su famosa cláusula, que impide e impedirá a este PP contrarrestar las fuerzas centrífugas del sistema y que representa el triunfo de las castas políticas locales de la derecha frente a cualquier proyecto unitario, está claro que en la izquierda las cosas van –¡quién nos lo iba a decir!– por el camino contrario, que es el que conviene a Chaves y al nuevo Zapatero. Pásmense: el centrífugo Camps encarna la oficialidad en la derecha mientras el centrípeto Chaves encarna la de la izquierda.

Uno se pregunta entonces por qué impulsó Zapatero el Estatuto. Responder a esta cuestión es fácil: Zapatero no da gran importancia a la ley. Sólo hay que recordar su apego a la de Partidos, o lo mucho que se atiene a los pactos (piénsese en el de las Libertades y contra el Terrorismo) o el modo en que es capaz de mover a la judicatura a adaptar su interpretación de las leyes a las conveniencias gubernamentales del momento. Si el Estatut servía para aislar más al PP y ganarse a la "sociedad civil" y los medios catalanes, adelante Estatut, y luego... ja en parlarem.

Lo único divertido de toda esta siniestra historia es la cara que se les ha quedado a los "soberanistas", independentistas declarados y nacionalistas de IC o de CiU que le dieron al PSOE su extraordinario resultado en Cataluña. Todos ellos tenían pruebas sobradas del apego de Zapatero a las leyes, ¿no? Pues ahora, ¡que lo disfruten!

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