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Juan Carlos Girauta

La policía del PSOE

Pero antes de que los agentes de orden público con carné socialista vuelvan a sentirse libres para secuestrar al jefe de la oposición y descerrajarle dos tiros en la cabeza, como hicieron con Calvo Sotelo, habrá que darles el alto.

Existían fundadas sospechas de que los policías condenados en el caso Bono por detención ilegal de dos militantes del PP (y por falsedad documental, y por coacciones) habían seguido instrucciones superiores. Órdenes ilegales que, por supuesto, debieron desobedecer. Al concederle ahora la prejubilación a uno de ellos (el comisario Ruiz, casualmente ex responsable de la comisaría de Puente de Vallecas, donde apareció la mochila del 11-M), el Ministerio del Interior evita que la principal mano ejecutora de aquel acto antidemocrático y delictivo pierda su sueldo de por vida.

Ya estableció la sentencia que el delegado del gobierno Constantino Méndez había mentido. Ahora es inevitable interpretar esta decisión de Rubalcaba como un premio al silencio. A cargo del erario. Todo esto proyecta una imagen pavorosa de los responsables políticos de la Policía. El PSOE le ha cogido el gusto al autoritarismo. No hay otra forma de definir lo ocurrido en Canarias con el vicepresidente de ACAPS, expulsado de mala manera de un mitin de Rodríguez, detenido durante varias horas y acusado de los delitos de desobediencia y alteración del orden público.

El canario Alberto Negrín había acudido, invitado, a un acto público. Su grave delito consistió en puntualizar a Rodríguez en voz alta: "¡Para vender el Sáhara!". La discrepancia en un contexto similar resultará molesta, pero muchos otros políticos han tenido que sufrirla antes con resignación. Y aguantando insultos en los que Negrín no incurrió. De nuevo, la detención obedece a razones políticas y denota un uso coactivo e intimidatorio de los aparatos del Estado a favor del partido en el poder.

El PSOE siempre ha deseado una Policía de partido, y en otras etapas históricas lo ha logrado, con consecuencias de todos conocidas. Pero antes de que los agentes de orden público con carné socialista vuelvan a sentirse libres para secuestrar al jefe de la oposición y descerrajarle dos tiros en la cabeza, como hicieron con Calvo Sotelo, habrá que darles el alto. No estamos en el treinta y seis, a pesar de Rodríguez, de Rubalcaba y de la hemipléjica memoria histórica de la progresía.

"Tenemos gente dentro", le dijo Rodríguez al director de El Mundo para avalar la trola de los terroristas suicidas del 11-M. Más allá de otras consideraciones (que ya tendrán su momento, Rodríguez, porque el tiempo es largo), el hecho de que un candidato a la presidencia del Gobierno le comunique al director de un diario que su partido "tiene gente" dentro de la Policía demuestra el sectarismo, la sensación de impunidad y el concepto del poder que tiene el sujeto que ganó las elecciones.

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