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Juan Carlos Girauta

La premisa que algunos olvidan

Para que el PP gane en 2012, o bien el PSOE sufre una gran sangría de votos en el conjunto de España, o bien los populares, manteniendo su altísimo suelo, incorporan un millón adicional, o bien se da una combinación amortiguada de ambos supuestos.

Tras las reacciones emocionales de las primeras horas y las movimientos calculadores de los primeros días (asentadas las primeras en el estupor e impulsados los segundos por la urgencia de proteger intereses personales), los populares empiezan a entender que todo lo anterior no sirve para nada. Lo que va a permitir al partido recuperar el tono vital y a los calculadores comprobar su sintonía con la nueva etapa más allá de inquebrantables adhesiones al líder es entender lo que ha pasado.

Y una vez entendido, obrar en consecuencia, claro está. Más que nada para no incurrir en tanta contradicción como ya se empieza a notar: apresurados análisis retrospectivos seguidos de propuestas que sólo tendrían sentido si resultaran de conclusiones contrarias a las que se aducen.

Tomemos dos evidencias. Una: el PP posee un estimable suelo electoral de unos diez millones de votos, consolidados en las últimas cuatro elecciones generales. Dos: su implantación en Cataluña es crónicamente débil, lo que supone que un partido socialista fuerte en esa comunidad conduce inexorablemente al triunfo nacional del PSOE.

Ahora bien, en elecciones generales, los socialistas siempre han sido fuertes en Cataluña. De hecho, en las del 9 de marzo han sido particularmente fuertes, con un 45 % de apoyo en el Principado a pesar de una retahíla de desastres atribuibles a ellos. Atribución que han practicado, sin efecto alguno, el PPC y CiU, que han aguantado el tsunami, pero también los socios del PSC en el tripartito, que han quedado en nada.

Se impone el realismo: para que el PP gane en 2012, o bien el PSOE sufre una gran sangría de votos en el conjunto de España, o bien los populares, manteniendo su altísimo suelo, incorporan un millón adicional, o bien se da una combinación amortiguada de ambos supuestos. La clave, que está en la frase anterior, puede haberle pasado al lector tan desapercibida como a los analistas de guardia del centro derecha español: el triunfo llegará en 2012 (con combinación amortiguada de supuestos o con un solo supuesto fuerte) siempre y cuando el PP mantenga su altísimo suelo.

Por consiguiente (como diría aquel), cualquier viraje dirigido a sumar nuevos votos populares debe pasar primero un test. De una sola pregunta: ¿molestará este viraje a nuestros votantes consolidados? Porque si es así, y si la molestia tuviera que ver, por ejemplo, con la renuncia a seguir siendo un partido nacional merecedor del adjetivo, o con volver a disimularse en el paisaje catalán, muchos fieles votantes del PP romperán su fidelidad, aunque ello implique saltar a la abstención o votar a una pequeña formación de izquierda que, por lo menos, preserva lo importante. Así que ojo con los golpes de volante, que a veces conducen a la cuneta. Don’t take us for granted, guys.

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