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Juan Carlos Girauta

"Le noto algo despistado"

Naturalmente, la salida dadaísta de Maragall ha desplazado el foco de atención: de la cámara yerma al flujo mental

Cuando se cumple un año de legislatura, el gobierno catalán ha pasado sólo dos leyes por el Parlament a iniciativa propia, caso insólito de esterilidad legislativa. Unos la atribuirán a impotencia política de alguno de los ocupantes del viejo Palau de la Plaça de Sant Jaume. Otros, por qué no, al trauma de la violación de Perpiñán. Otros verán confirmadas sus sospechas de que, a pesar de los iniciales alegatos regeneracionistas, el tripartito no barrió a CiU para gobernar Cataluña con eficacia dentro de su marco competencial, sino para romper, con más eficacia aun, los marcos competenciales e institucionales a base de ocupar entre varios un gobierno que no pueden o no quieren gestionar.
 
Aparte de las citadas, dos leyes más se han aprobado por iniciativa parlamentaria y otras dos eran de aprobación obligatoria: el presupuesto y la ley de medidas fiscales. Así que dos leyes, dos, son la genuina contribución a Cataluña de un año de gobierno Maragall. El parto de los montes. El govern planeaba, según hizo público, pasar por la cámara treinta y cinco leyes entre septiembre y octubre. ¿En cuántas quedaron? En cero.
 
En vista de esta colosal anomalía, durante la sesión de control parlamentario del jueves, Josep Piqué le pidió a Maragall que hiciera balance de su primer año, y aprovechó para criticar la inactividad legislativa. Entonces sucedió algo asombroso. Algo que Piqué consideró un "escándalo democrático", una "ofensa del presidente" a la dignidad de la cámara; algo que lo dejó "estupefacto". ¿Y qué es lo que sucedió? Pues, por absurdo que suene, esto: el presidente de la Generalidad de Cataluña respondió a la pregunta de control afirmando que había "buenas noticias", e inmediatamente procedió a leer inconexos titulares de prensa según los había recogido en su reciente vuelo Bruselas-Barcelona. Titulares dispares y, dado el contexto, disparatados. Titulares sobre sociedad, ciencia, titulares al tun tun. La indignada reacción de Piqué fue lógica. Pero quizá atinó más, con su lacónico comentario, Artur Mas, que le espetó a don Pasqual: "le noto algo despistado". Luego Mas y Piqué hablaron a solas sobre lo sucedido.
 
Naturalmente, la salida dadaísta de Maragall ha desplazado el foco de atención: de la cámara yerma al flujo mental. Si hay algo, no importa qué, que lleva a un alto cargo institucional a utilizar primero expresiones inadecuadas en momentos delicados, luego a exponer ocurrencias improvisadas sorprendiendo, sobre todo, a los suyos y, finalmente, a convertir una sesión parlamentaria en una representación de teatro del absurdo, su círculo debería afrontarlo y tomar alguna decisión.

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