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Juan Carlos Girauta

Ni con Mayor Oreja

Si el diez por ciento del voto popular ya se lo está llevando UPyD, la forma más rápida de detener la sangría es presentar a una Rosa Díez con barba y bigote. La cuestión es, ¿goza Rajoy del suficiente crédito?

Si Rajoy desempolva a Mayor Oreja, a quien tenía metido en el cofre del olvido, será por algo. Desde que el gallego se ganó la desconfianza de María San Gil y Ortega Lara, quien quiera reconocer en el líder máximo un gesto inocente tiene que echarle muchas ganas. Las opciones de Rajoy desde su segunda derrota ante Zapatero no son necesariamente malvadas o estúpidas. De hecho, representan la visión política de mucha gente en la vasta no-izquierda española. Confesémoslo: de la mayoría, que no tiene ganas ni capacidad para discutir las premisas en que se apoya todo el imaginario español contemporáneo, que ya es más progre que los actores antisemitas, más progre que los autores de cabecera de Zapatero y más progre incluso que la jefa de prensa del PP, dispuesta a arrastrar a un periodista por los tribunales siempre que no sea de izquierdas.

Si Rajoy desempolva a Mayor Oreja para exhibirlo por los teatros de Europa, como el Dios muerto de los existencialistas, es porque espera uno de estos dos resultados: que el vasco triunfe, para apuntárselo él, o que el vasco fracase, para apuntárselo a él. La misma jugada podía haber hecho con Vidal-Quadras, otro exiliado de lujo a las adormideras bruselenses. Si el diez por ciento del voto popular ya se lo está llevando UPyD (ver informe de Instituto Noxa para La Vanguardia), la forma más rápida de detener la sangría es presentar a una Rosa Díez con barba y bigote. La cuestión es, ¿goza Rajoy del suficiente crédito? O, dicho de otro modo: ¿Se puede creer, a estas alturas de la decepción y a estas bajuras del arriolismo, en una vuelta del PP a la coherencia, al papel de oposición, a las ganas de luchar por las ideas, a la decencia política?

Tendrían que suceder demasiadas cosas. Que pidieran perdón a María San Gil por la luz de gas y las intoxicaciones, que se ganaran de nuevo a Ortega Lara, que reconocieran sus tremendos errores en el PPC, cuya ilusión tras la marcha de Piqué (que Rajoy vio, tocó y respiró en el acto del Hotel Princesa Sofía) han asfixiado y pisoteado. Que dejaran de escupir a los medios no sumisos del liberal-conservadurismo, que detuviera el lengüeteo con Prisa, que ya es de sonrojo. Demasiadas cosas. Además, Carmen Martínez Castro ha dado el pistoletazo de salida reventándole la Navidad y la tranquilidad a mi amigo Víctor Gago. Pues bien, señora: aquí estamos. Pues bien, Rajoy: ni con Mayor Oreja.

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