Menú
Juan Carlos Girauta

No hacía falta

¿favorecerá la aparición de un cuerpo especial dedicado a la intelectualidad crítica? ¿Llevarán un uniforme especial? ¿Chaquetas y botas de cuero negro, quizá?

La reciente intimidación policial a Pío Moa, ¿cómo debe interpretarse? Quizá el agente preguntón, lector de nuestro compañero, no pudo vencer su curiosidad. Y ahí se acabe todo. O quizá significa que la era de Rodríguez se está convirtiendo, tan pronto y de verdad, en un régimen radical que, además de no esconder su disposición a atar o asfixiar a los medios de comunicación, de no desaprovechar ninguna ocasión para escupir sobre los símbolos estadounidenses, de intentar liderar una desbandada general de Irak y de entregarse al rentable y trasnochado anticlericalismo, que tantas alegrías ha dado a su partido, empieza a utilizar activamente los resortes del poder contra individuos discrepantes con fines, de momento, intimidatorios.
 
La segunda hipótesis parece un poco exagerada, ¿verdad? Y sin embargo no otra sería la explicación generalmente aceptada si, en vez de rastrear los movimientos de Moa bajo el gobierno de Rodríguez, la policía hubiera rastreado los de algún mandarín de la ortodoxia historiográfica bajo el gobierno de Aznar. En realidad, si tal cosa hubiera pasado, hoy se hablaría más de una fascistización de España que de las elecciones americanas. A nadie se le ocurriría denunciar, sin embargo, la bolchevización del zapaterismo.
 
Esta sensación de normalidad, este aceptar como si tal cosa que un agente del orden vaya haciendo preguntas sobre el ciudadano Pío Moa por un hotel de Murcia y por su Casino con motivo de una conferencia cuyo contenido disgusta al poder, ¿favorecerá la aparición de un cuerpo especial dedicado a la intelectualidad crítica? ¿Llevarán un uniforme especial? ¿Chaquetas y botas de cuero negro, quizá? ¿Unas gafitas con montura de acero a lo Brecht para subrayar su condición de policía de la lectura?
 
Sin placa, sin pistola, sin botas y sin brechtianos abalorios se puso en marcha aquí la policía del pensamiento como ariete para abatir, más que batir, a la derecha. La creó con admirable espontaneidad el propio sector al sentirse damnificado en sus ventas, en su hegemonía y en su credibilidad. Una espontaneidad como la del 13-M. Se autoorganizó y se autogestiona en el otrora fértil y feliz entorno de intelectuales y artistas, historiadores, cineastas, periodistas y graciosos subvencionados.
 
Para coaccionar al que amenaza su prestigio, para ningunearlo, negarle el derecho de réplica, sancionar a quien ose entrevistarle, reventar sus apariciones públicas, demonizarlo a él y a quien lo reivindique, se bastan y se sobran los mafiosos del lobby cultural que pide cabezas a la de Cabra, los monopolistas mediáticos de las listas negras y los docentes resentidos que pastorean la Universidad.
 
¡A quién se le ocurre mandar directamente a la policía! Un poco de sensatez, señores, que se les ve el plumero innecesariamente. Tengamos la fiesta en paz y sigan simulando mientras puedan que respetan las reglas del juego y que creen en la libertad de expresión.

En Sociedad

    0
    comentarios