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Juan Carlos Girauta

No sólo se ha acabado la campaña

Esta densa red de dolor que ha cubierto la nación es el capítulo final de la última estrategia del terror, que ha durado algo más de tres meses. La estrategia crepuscular de ETA, que se inicia con su legitimación a través de un acuerdo con un alto representante institucional con cuya formación política comparte fines, una oportunidad dorada para los asesinos; que continúa con la masiva presencia de las siglas, posiciones e intereses de ambas partes en los medios; que culmina con lo que cualquier observador despejado temía: una masacre masiva e indiscriminada que sacude el país con una violencia desconocida desde la guerra civil.
 
Esta sangre de marzo es la consecuencia lógica del regalo que un fundamentalista visionario convertido en presidente autonómico en funciones le hizo a ETA. Que la reunión de Perpiñán y la matanza de Madrid, que marcará nuestras vidas, son los dos extremos de la misma estrategia de los enemigos de España y de la libertad es una obviedad que no admite discusión. El cómplice necesario, con docenas de cadáveres aún esparcidos por los suelos, ha dicho que algunos lo estaban deseando. Si no se refiere a quienes lo han hecho, que parece que no, entonces está intentando que en vez de mirar hacia los autores miremos hacia otro sitio, lo cual equivale a escupir sobre los muertos y los heridos, sobre sus familiares y amigos, sobre todos los españoles de bien, que como un solo hombre corrieron a dar su sangre a los centros de transfusión móviles como una metáfora viva de identificación con las víctimas.
 
Con el derramamiento y con la entrega de la sangre abundante y generosa de España se ha terminado prematuramente la campaña electoral. Como se demostrará mañana cuando millones de españoles tomen las calles, también se han terminado muchas otras cosas. Entre ellas, la presunción de inocencia de los que han despejado para los asesinos las vías muertas hacia las tres estaciones de Madrid, la justificación de quienes alojan en su gobierno a los que abrieron el primer capítulo de la tragedia y les dan cabida en sus listas electorales, la paciencia con los que dudaron de las detenciones de Cuenca y con los que todos los días equiparan a las víctimas con los verdugos. Si los socios de los interlocutores de los terroristas se equivocaron, que corrijan ahora. Que no se limiten a decir que hoy todos somos madrileños. Su dolor será sincero, pero debe ir acompañado de acciones muy concretas. Si no corrigen el error, sus condenas serán vanas, sus condolencias serán huecas. A muchos no nos engañaron nunca sus socios de gobierno. ¿A quién van a engañar ahora?

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